José Carlos Becerra en sus 75 años

AutorRafael Vargas

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Como se sabe, el primer poema que José Carlos Becerra publicó fue “Blues” (“Labios sobrecogidos de olvido/ pulsaciones de un oleaje de mar ya retirándose/ ruido de nubes que el otoño piensa”), incluido en el Anuario de Poesía Mexicana correspondiente a 1961 (puesto en circulación en 1962), que el Departamento de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes encomendó a Porfirio Martínez Peñaloza.

Ese poema llamó la atención de los lectores avezados que advirtieron la belleza y novedad de sus palabras, pertenecientes a un muchacho de 25 años –que escribía, sin publicar, desde que tenía 16.

Es razonable conjeturar que haya sido su paisano tabasqueño, el poeta Carlos Pellicer, quien animara a Becerra a comenzar a mostrar sus escritos, y que el propio Pellicer haya sugerido a su amigo Martínez Peñaloza la inclusión de “Blues” en ese anuario.

Desde 1956, año en el que Becerra participó en un concurso de cuento convocado por el Instituto Juárez, en Tabasco, en cuyo jurado se contaba Pellicer, ambos comenzaron a cultivar una amistad que al paso de los años se volvería entrañable. Y Pellicer apoyaba con gusto a su joven admirador, en el que veía talento de verdad.

Fue el primer amigo importante de Becerra en el mundo de las letras y tuvo un gran ascendiente en su formación, tanto literaria como política. Se trata de una relación excepcionalmente cordial e inteligente que todavía aguarda ser descrita con detalle.

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Uno de esos lectores a los que la notable factura de “Blues” llamó la atención fue José Emilio Pacheco, tres años más joven que Becerra. A partir de entonces quiso conocer a ese poeta, que todavía en 1963 firmaba como Carlos Becerra Ramos.

En una de las estrofas del poema “Prosa en recuerdo de José Carlos Becerra, a los diez años de su muerte” (Proceso 185, 19 de mayo de 1980), Pacheco señala que alguna vez le dijo a Carlos Monsiváis: “Me gustaría conocerlo”. Éste le respondió: “Mejor ni lo conozcas. No le caes bien. Y si no te ofendes, diría que te detesta”. Así pues, según Pacheco, “nos conocimos tarde: en agosto de aquel 65, año lóbrego. Nos presentó Ramón Xirau”.

Monsiváis ya trataba a Becerra desde 1962 (habían entrado en contacto a través de amigos comunes que militaban en el Movimiento América Latina, organización dedicada a la defensa de la entonces incipiente Revolución Cubana). Hay un registro que así lo indica en El arte de la fuga, el hermoso libro de Sergio Pitol que lo revela como un gran ensayista autobiográfico. Es una...

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