Nosotros los jotos / El artista jarioso

El blanquísimo mantel es deshilado, un fino lienzo que engalana la mesa donde ocupo la esquina que tiene bordada, en negro y gris, un geométrico changuito. El gracioso animal hace malabares con tres pelotas y exhibe las suyas peludas porque tiene las piernas abiertas y el pito bien paradito. Con regocijo paso la mano por su sexo y mi apetito se estimula.

En eso aparece la anfitriona, una mujer alta y rubia. Su cabello corto deja ver los aretes que cuelgan hasta la mitad del cuello eteeerno: son dos grillos, sexuados como el mono del mantel.

La señora de la casa coloca un platón en la mesa, cerca de mí. Está lleno de pescaditos en salmuera, de curioso aspecto, sin duda selectos dado su buen tamaño. La dama se sienta a la cabecera y, como hace calor, despliega un abanico decorado con lo que parecen dos serpientes en espiral, pero sus cabezas son glandes al aire. Se abanica, sonríe y me dice con acento extranjero: "Soy Trine Ellitsgaard, mucho gusto. Mi marido vendrá enseguida. Mientras, por favor sírvete".

Tomo el tenedor y entonces me fijo que los pescaditos son más bien apetitosos falos. Salivando, pincho el más carnoso y justo cuando lo voy a meter en mi hambrienta boca entra Francisco Toledo. Veo su bigote poblado y el pelo revuelto de siempre. Lo relevante es que el artista está desnudo, con el vientre cubierto por una piel de cocodrilo en la que ha metido su miembro moreno, que destaca grueso y cabezón porque está erecto. "¡Salve, Hombre-cocodrilo!", exclamo y finalmente muerdo el pito-pescado cuyos jugos explotan en mi paladar...

Este banquete fálico es fruto de mi cabecita loca, aclaro, pero no es gratuito. Lo fui organizando después de llenarme los agujeros de los ojos con todos los hermosos objetos de artes aplicadas de la exposición "Toledo ve", que visité el viernes estimulado por el reciente fallecimiento del maestro oaxaqueño.

En el Museo Nacional de Culturas Populares, en Coyoacán, donde se exhiben tapices, peinetas, joyería, lámparas, papalotes, juguetes y hasta calcetines con diseños de quien hasta el 5 de septiembre era nuestro artista vivo más importante, tuve la fortuna de encontrarme a mi colega Angélica Abelleyra, acompañada de la célebre curadora Miriam Kaiser.

La víspera, Angélica me había señalado algunos pasajes de su libro "Se busca un alma. Retrato biográfico de Francisco Toledo", porque yo quería clavarme, para esta columna, en los falos que distinguen a los personajes y animales que plasma en su obra, en la que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR