Nosotros los jotos / Tías en la Playa del Amor

Al alba, los zanates tornasolados y las simpáticas gaviotas señorean en la bahía de Zipolite. Me gusta ir muy temprano a la playa para sentir la frescura del mar en los pies y recrear la vista con esas aves y otros pajaritos más inquietos: los que se levantan bajo el short de los lancheros o al aire libre en los nudistas madrugadores.

Antes del desmadre playero que provoca la legendaria pasión de Cristo, fui a Zipolite con mi amigo Hernando, un querido colega de letras y puterías. Nos tratamos de "tía" en un juego divertido de solteronas que necean y se fastidian cariñosamente.

Ayuda a este juego que Hernandito es sordo de un oído y, aunque usa un sofisticado aparatito, hay que hablarle alto para que se entere: "Tíaaa: ¡Que deje de ver tanto a los muchachos porque va a perder el punto del tejidooo".

Aunque en este paraíso oaxaqueño se vale nadar igual que Adán en el mítico Edén, Hernando y yo chapoteamos con recatadísimos trajes de baño, como buenas tías de misa diaria en San Agustín de Polanco. ¡No nos íbamos a enseñar los arpones, por Cristo!

Además, yo tengo una piel de princesa noruega y el sol zapoteco me habría dejado el camarón enchipotlado.

Así que, mientras tomábamos micheladas a la sombra y nos abanicábamos como marquesas en los camastros, nos dedicamos a la contemplación de los pocos compañeros que había en Zipolite antes de la semana santa.

--¿Ya vio, tía, a ese chamaquito que acaba de llegar con la tabla de surf? -me dijo mi amigo señalando a un güerillo de piel tostada.

--Sí, encanto, pero te apuesto a que no se va a quitar el short como hicieron esos panzones asquerosos de allá, así es que mejor sigue bebiendo y a mí déjame leer.

--¡Qué genio, tía! Y anoche tan risueña que estuvo platicando con el velador del hotel hasta la madrugada. ¿No le parece mucho?

--Me parece poco lo que a usted le importa, tía. Y bien que vi que le tocó la puerta el vendedor ese de collares que aquí mismo la mareó diciéndole que de joven habrá tenido buen cuerpo. ¿Se pusieron a ensartar cuentitas?

--Eres mala, Altagracia.- Así me dice el baboso de Hernando-. Pero te voy a contar: El muchacho vino por una cerveza y la verdad empezamos con el cachondeo. Ya viste que está sabrosón, y tras un rato de faje sentí que se alistaba una caña como para pescar pez vela, así es que me fui...

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