Nosotros los jotos / 'Despídete de tu ver...'

"No quieran esconder la realidad". Vestido de charro, con lazo rojo sangre anudado al cuello, Oswaldo respondió así al fotógrafo que le pedía a su grupo de chambelanes calarse los negros sombreros para tapar la pinta que salía a sus espaldas, sobre una placa de mármol del Monumento a la Independencia: "Policía violadora".

Además de sensible, con su sonrisa el joven me pareció el más guapo entre los galanes que esa noche bailarían con Edith, la quinceañera que llegó a la más socorrida glorieta de Reforma con un sombrero charro en granate y oro, a juego con su vestido, para hacerse la tradicional foto celebratoria.

Era la mañana del sábado 17 de agosto, un día después de la manifestación de las mujeres contra la violencia policial y de género, convocada bajo el clamor #NoMeCuidanMeViolan. Movido por la curiosidad de reportero, yo había pedaleado hasta el lugar para ver lo que algunas manos femeninas, justificadamente indignadas, habían rayado la víspera en la base de la columna rematada por nuestra Victoria alada que, pese a sus desnudas chichis de oro, la mirada católica ha masculinizado llamándola "El Ángel".

-¡Mira nada más lo que le hicieron al Ángel, qué barbaridad! -decía a otro un señor en la esquina de Florencia y Reforma, donde acababa de anclar mi bicicleta.

-Están hartas, señor, las matan y las violan impunemente -no pude dejar de terciar.

-Pero esas no son formas de protestar -reviró el ciudadano en un tono que me recordó a un hipócrita profesor de moral.

Después una señora que paseaba por el camellón y abordé al oírla decir a su familia que era comprensible esa forma de proceder de ciertas manifestantes, me contó que un taxista les acababa de soltar sobre la reacción de las mujeres a su situación: ¡"No es para tanto"!

La noche anterior me había ido a dormir asqueado de leer en las redes sociales tantas críticas similares, generalmente de machines que advertían comprender las vejaciones que a diario sufren las mujeres "PERO" no compartían o de plano condenaban, como jueces supremos de las buenas maneras, que para exigir respeto y seguridad rompieran cristales o prendieran fuego en el Metrobús Insurgentes, y "mancillaran" el sacrosanto monumento porfirista (por cierto fálico dada su erecta columna de 50 metros).

Con la cámara de mi celular me adelanté a la propuesta de Restauradoras con Glitter, un grupo de expertas que pide registrar minuciosamente todas las consignas antes de borrarlas en el proceso de restauración que, ¡oh...

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