Nosotros los jotos / Fotógrafo de caballeros

Me gusta Mike Calva. Desde el primer vistazo me sedujo su cuerpo esbelto y flexible, cual espiga de trigo torcida por el viento. O quizá sea más adecuado comparar su estampa con un fuete largo, largo y nervudo, dada su filia por las prendas de cuero y el sadomasoquismo.

Ese encandilamiento mío ocurrió en uno de los eventos de la comunidad rubber, que hace unas semanas te referí aquí, querido lector, amable lectora. A Mike también le excitan esas ceñidas prendas de goma (rubber), que además le van muy bien dada su correosa anatomía.

Aquella noche en la penumbra del bar, el muchacho destacaba entre el público porque bajo la chamarra de cuero llevaba el torso desnudo, mullido de vellitos oscuros que, me di cuenta cuando más tarde lo tuve ante mi cámara, se peina con calculada coquetería. Y volví a verlo como parte del equipo de Derek Ferrer, que recordarás obtuvo el título de Mr. Rubber México. Así tuve pretexto para vencer la timidez que me avivaba su tipo de cabroncito y acercarme para presentarme y tomarles fotos.

Agregados al feis, que es lo de hoy para "convivir", mi propuesta de hacerle más fotografías coincidió con su necesidad de tener unos buenos retratos para inscribirse al concurso de Mr. Leather México. ¡Vaya que las jotas parecemos misses de provincia, de certamen en certamen!

Para conocerlo mejor y planear esas tomas, una tarde tenía a Mike sentado, poniéndome nervioso con la largura de su talle encorvado, en la sala de tu pobre palacete. Su personalidad seria, de caballero leather descendiente de alemanes sujeto a los códigos de la virilidad, de entrada no me inspiró a jotear con él, así que en ese primer encuentro me limité a desplegar el abanico de preguntas propias de la marquesita del reporteo que soy.

Mientras degustaba una maricona galleta de chocolate con acentos de mole, mi nuevo amigo me contó que es diseñador gráfico, tiene 36 años y le encantan los aviones, sobre todo los antigüitos. Además, Mike quiere escribir sus vivencias en el mundo del cuero, empezando con una anécdota de infancia que es muy excitante por su inocente perversidad -que no quemaré en esta crónica-, y le gusta visitar exposiciones igual que a mí.

Por eso pensamos en el Museo Nacional de Arte, de noble arquitectura porfiriana, para hacer una de las foto de los requisitos del certamen: totalmente vestido de piel. Al mediodía del último miércoles de octubre llegamos al antiguo Palacio de Comunicaciones y Obras públicas. Pagamos la entrada más los cinco...

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