Nosotros los jotos / Mr. Ideal... Standard

Por la rendija de la puerta se puede ver una franja de muslo velludo y un ojo que se asoma primero con cauta discreción y, muy pronto, con descaro. El caballero que parece estar orinando justo enfrente voltea y advierte que es observado por quien, sentado en el trono, ocupa la cabina. No puede evitar bajar los ojos y distinguir los movimientos lascivos de aquella mano diestra reflejados en el piso de mármol negro, muy pulido. Esto lo excita y gira el cuerpo para mostrar al fisgón la gloria cabezona que asoma por su bragueta.

De pronto, la puerta de entrada rechina. Es la señal para que el muchacho retome su posición fingiendo que le está cambiando el agua al canario. Tendrá que demorarse, como si padeciera de la próstata a pesar de su juventud, hasta que el caballero recién llegado termine de hacer lo propio y lo vuelva a dejar solo para retomar el cachondeo. A menos que, previo intercambio de miradas de mingitorio a mingitorio, el intruso se reconozca como otra bañera y se integre al gozo del sexo ocasional entre mosaicos. Ya en la acción, ninguno de los tres hombres habla, se limitan a manipular, besar o chupar, muy pendientes del rechinido de la puerta para deshacer el festín carnal que se dan en ese punto ciego del baño.

Un poco más allá, junto a los lavamanos aguardan las bolsas con lo que alguno de los oficiantes compró en ese centro comercial. Sí, esta escena puede ubicarse lo mismo en algún Liverpool que en un Palacio de Hierro, Suburbia o, sobre todo, Sanborns. Ay, los Sanborns tan oportunos para esas urgencias del uno, del dos o del tres masturbatorio y tú cuarto no seas malito y échanos aguas porque no se puede cerrar la puerta y no tarda en regresar el metiche señor que te pasa el papel para secarte las manos.

Cuando en mi tardía adolescencia descubrí estos ardientes movimientos, cada vez que me lanzaba a probar suerte -era como una tómbola- en los baños del segundo piso de Liverpool Satélite, no podía más que sonreír pensando en lo atinada de su señalización: "Tocadores".

Eran ideales para este tipo de ligue porque primero se ingresaba al área de lavabos y luego había que abrir otra puerta para alcanzar los mingitorios y cabinas. Así había tiempo más que suficiente para que volviéramos al disimulo los desviados que aprovechábamos esos espacios para otro tipo de alivios corporales.

¿A cuenta de qué te relato, querido lector, semejantes cochinadas de juventud? Es debido a la fotografía de hoy. Me topé con ella hace unos días en...

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