Nosotros los jotos / ¡Una mujeeer!
A mediados de la semana pasada fui al Tom's. Me gusta visitar el bar del barrio los días menos concurridos y, de un tiempo a la fecha, suelo citarme con Raymundo, un chef tipo oso que ahí me ligué, y que más bien parece becerro por su afición al biberón de piel de su seguro servidor.
Ya te he contado, querido lector fiel a mis puterías, que el Tom's es un bar supuestamente leather, concebido hace más de dos décadas para los hombres gays que gustan vestirse de cuero y tienen debilidad por los tipos muy varoniles, incluso que usan uniforme, como policías y soldados.
Digo "supuestamente" porque en su ambiente en penumbra decorado con banderas, águilas heráldicas y monitores con "películas de arte" (del arte de darle gozo a la mazacuata y desarrugar el chiquito), también somos bien recibidos quienes no usamos arneses o chamarras de piel, como Yolanda. Y no es infrecuente ver sacos y corbatas en ciertos mamertitos que aún a la medianoche y en un lugar que parece más mazmorra que oficina, se empeñan en ser "elegantes".
Resulta que aquella noche, antes de internarnos en las tinieblas del célebre cuarto oscuro del lugar, Raymundo y yo bebíamos una cerveza calentando pistones con la vista del chamacón que bailaba sobre la barra central. Mi amigo estaba de exigente criticando que al estríper le faltaba nalga y era escaso el calibre de su arma, aunque la agitaba con mucha gracia al ritmo de la música en posición firmes, cuando señalando a uno de los extremos del salón, exclamó: "¡Una mujeeer!"
Creí haber oído mal. Afiné la vista y, efectivamente, vi a una fémina por ahí, más entretenida bailando con un par de comadres que clavada en el chavo del show.
-Pinche vieja, ¿por qué la dejaron entrar?- exclamó Raymundo.
-¿De qué cueva provinciana te sacaron, mi amor? En la Ciudad de México, por ley no pueden discriminar a nadie en los establecimientos mercantiles. A mí me parece padre que a la compañera no le hayan negado el acceso, como hace algunos años sí me pasó con una amiga, jotera evidentemente, con la que unos cuates y yo quisimos entrar. Ya, deja de mirarla y listo. Ándale, vamos a lo que vinimos, mi becerrito sediento...
Le di un beso a Ray y antes de prodigarle el caramelito que se come con una gula deliciosa, escribí en mis redes sociales: "Histórico: Una mujer en el Tom's. ¡Viva la inclusión!".
Quién sabe cuánto tiempo después salí de las sombras literalmente chupado y seco, ni me acordé de la chava y me fui a dormir. A la mañana siguiente revisé...
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