Nosotros los jotos / ¡Pablo, estoy vivo!

Si no me equivoco, esto ocurrió a finales de los 70, pero no recuerdo con precisión la fecha. Yo iba caminando por Avenida Juárez, como a las seis de la tarde, y en contraflujo venían dos chavos, no guapos pero sí atractivos, como chacalones, chaparros y morenos, que tendrían unos 30 años porque se veían menores que yo.

Cuando estuvieron frente a mí les eché una mirada braguetera, nos cruzamos, giré mi rostro y ellos giraron el rostro. Ese clic era una manera de ligar entonces. Había una caseta telefónica, me paré y me hice pendejo como si estuviera hablando, y ellos se acercaron.

-¿Qué onda? ¿Qué haces, maestro? -en esa época estaba de moda la palabra "maestro".

-Pues aquí girándola, maestros. ¿Y ustedes?

-Somos turistas, ya mañana nos vamos de México y andamos buscando un lugar para despedirnos.

-¿Quieren tomar una copa o algo?

-No, lo que queremos es un lugar donde fumar un churro de mota y que no haya peligro.

Como estaba en el teléfono le marqué a mi amigo Pedro Sáenz (que en paz descanse, era bailarín y coreógrafo). Vivía en Polanco, le expliqué la situación y le dije si podíamos visitarlo. "Vénganse corriendo", me respondió.

En mi coche nos fuimos a su departamento de Aristóteles, en un tercero o cuarto piso. Ya estaba anocheciendo y empezamos los cuatro a fumar mota. Yo las veces que fumé mota fue exclusivamente para tener sexo, y nada más le daba dos fumadas porque si fumaba más me quedaba dormido. Ellos fumaron muchísimo, y al rato dijo Pedro "¿Vamos a descansar?"

Desde la plática habíamos hecho las parejas porque uno estaba sentado junto a mí y el otro junto a Pedro. Hablábamos de pendejadas, la verdad, y hasta ahí no sabíamos de dónde era, aunque tenían acento sudamericano.

Uno de ellos se fue a una recámara conmigo y el otro se quedó con Pedro. Yo hice lo de siempre: me gusta desnudar al cuate, me resulta muy excitante el fetiche de irles quitando la ropa poco a poco. Y empecé con mi juego erótico pero el chavo no lo permitió, inmediatamente me volteó y me empezó a penetrar. Mientras lo hacía, todo el tiempo decía "¡Estoy vivo, todavía estoy vivo!, ¡Pablo, estoy vivo, estoy vivo!"

Yo no entendía por qué decía eso, pero pensé "Bueno, debe ser porque cuando es tan grande el placer del sexo te sientes vivo". Yo también me siento vivo cuando cojo, ¡me encanta coger!

Total que terminamos y nos quedamos dormidos. Para eso, nos habían pedido que pusiéramos el despertador a las siete de la mañana porque a las ocho y media tenían que...

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