Nosotros los jotos / Público en pelotas

Bufanda al cuello y tompiates al aire. Así gocé el último sábado de diciembre, durante más de dos horas, de ¡un espectáculo teatral!...

El responsable fue mi cachondo amigo Carolus De Valoise, que en su natal León, Guanajuato, organiza con Carlos -otra preciosidad de muchacho que es su pareja-, memorables fiestas saturnales (forma elegante de decir "orgías condenables por las conciencias santurronas").

Príncipe de las ideas más gozosas, Carolus convenció a Wilfrido Momox, director y protagonista de la obra "Giro negro", de que organizara una función privada para público en pelotas, y tuvo la gentileza de invitarme.

"Va a ser muuuy divertida, Toñito, y además podrías hacer una crónica para tu columna", me dijo.

Yo acepté entusiasmado porque a pesar de haber sido tan travieso en la vida, nunca había participado en un evento cultural nudista. Además, pensé, sería una forma inmejorable para despejarse de las intensidades de la Navidad con la familia (y mira, querido lector, que la mía es muy alivianada).

El 26 me encontré con mis adorables leoneses a la entrada del Centro Cultural El Foco, en Tlacotalpan 16, a unas cuadras de su pobre palacete en la capitalina colonia Roma. Entramos y en la taquilla escogimos los asientos. Nos pidieron que esperáramos la tercera llamada en el barecito del local, donde el público fue llegando y se tomaba un trago para, como dijo alguno, "agarrar valor para encuerarse".

Claro que Carolus fue el primero en abrir con regocijo el cierre de su suéter y jeans -debajo de los cuales no llevaba prendas-, y mostrar su linda figura sólo protegida por una mascada anudada con gracia al cuello, calcetines y tenis.

Yo y, poco a poco, también la veintena de hombres ahí reunidos lo imitamos porque una regla de los nudistas es que todos estén con el pájaro desplumado y las colinas pelonas.

Esa noche no hacía frío, pero mi canario güerito resintió la falta de abrigo y buscó calor en mi cuerpo retrayéndose, ¡puaf! Con razón Carolus y Carlos, fanáticos de andar a ráiz, llevaban bien puestos esos arillos de metal que abrazan y proyectan hacia delante al gallito inglés que nos define a los caballeros.

Al sonar la segunda llamada, los actores empezaron a deambular por el bar con antifaz y un corto mandil para lucir sus músculos, ofrecer copas y organizar el guardarropa.

De pronto, un moreno cuya sola vista me había empezado a entibiar el canario, advirtió: "Bienvenidos al Albatros, señores. Esta noche pueden suceder muchas cosas, pero...

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