Nosotros los jotos / ¡Viva la Revolución drag!

Es jueves por la tarde y hay dos señoras sentadas en un bar gay del centro de la Ciudad de México. Lucen fuera de lugar porque se trata del Marra -el Marrakech- que es socorrido por morros, y aún falta una hora para que abra, así que el personal se afana en meter enormes bolsas de hielo, ordenar las cajas de cerveza, limpiar los baños... Todo frente a las maduras damas que esperan y platican bebiendo agua natural y quinada.

¿Por qué te fascinan las drag queens, cariño?, le pregunta la doña que esto escribe a la otra señorona, su tocayo Antonio Marquet, después de que me ha dedicado Dragas en rebeldía, su quinto libro publicado por la UAM Azcapotzalco.

Por los tacones, me responde categórica. Porque hay que tener mucho valor para ser transgresor y salir con tacones y peluca en un país machista como México.

No es casualidad que estemos ahí, sentadas frente a un muro en el que Fabián Cháirez pintó a gran escala La Revolución. Lo hizo en 2016, dos años después de ejecutar el pequeño óleo que actualmente se exhibe en el Palacio de Bellas Artes como una de las 141 obras de Emiliano. Zapata después de Zapata. Ya te he contado, querido lector, amable lectora, que esta obra ha despertado el odio machista más estúpido por representar a un hombre parecido al héroe y feminizado.

Por cierto que los jóvenes gays, lesbianas y trans asiduos al Marra hace mucho que rebautizaron el mural como ¡Viva Méxica!, y antes de que aparecieran ofendidos los supuestos descendientes de Zapata, con su imagen inundaban las redes sociales en Día de la Independencia y la Revolución.

Pero volvamos a las dragas, dragonas o vestidas como niña (del inglés dressed as a girl, de ahí drag), en quienes el atuendo estrafalario, el maquillaje aparatoso y los accesorios más fulgurantes son indispensables para transformarse en seres de fantasía, semejantes a quimeras o alebrijes, que no solo transgreden el binarismo de los géneros (hombre-mujer), sino que encarnan una hipérbole, una exageración con rasgos de feminidad.

¿Tú alguna vez te has dragueado, tocayo?, sigo con mis inquietudes. Sí... Bueno, nada más en vestida, ¡pero fue el siglo pasaaado! Lo más divertido resultó ir a La Lagunilla con amigos a escoger la ropa.

Nos interrumpe la voz de Babilonia, quien desciende de un tapanco donde se ubican los camerinos del antro. Sonríe traviesa porque al bajar por la escalerilla, junto al mural, acaricia la erección del caballo, que ahí luce mo-nu-men-tal.

Al aire besamos a esta aparición...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR