Julián Sánchez Daniel Islas. La disyuntiva

AutorRaúl Ochoa

Su vida es una paradoja: un arrebato de la infancia lo convirtió en clavadista cuando exigió ser lanzado desde la plataforma de 10 metros en un intento por emular a dos de sus hermanos. Pese a que el niño no sabía nadar, el entrenador de la Alberca Olímpica lo empujó a la pileta desde el trampolín de tres metros. A partir de entonces, a los seis años, Daniel Islas le perdió el miedo al agua. Actualmente es el clavadista de alto rendimiento que soñó ser; el que se aficionó a su deporte con el afán de recorrer el mundo, de conocer sus culturas y tradiciones. Ahora se ufana de que gracias a los clavados ha visitado prácticamente todos los continentes.

Sin embargo, hace cuatro años sintió pánico y llegó a pensar en el retiro para seguir los pasos de sus dos hermanos, quienes dejaron la disciplina para dedicarse a los estudios.

Daniel, ahora de 20 años, no olvida el trance: "Los clavados me empezaron a dar miedo. Fue una etapa por la que todos pasamos. Todo comenzó al realizar clavados nuevos y difíciles que regularmente dan temor, pero hay de miedos a miedos: uno es de que sí puedes y otro en el que sencillamente nada conseguirás. El pánico por algunas evoluciones me empezó a mortificar, porque cuando te los ponen y no estás a gusto, de pronto te entra la incertidumbre".

Durante dos meses analizó la posibilidad del retiro y sus padres le dijeron que lo apoyarían en cualquier decisión que tomara. Daniel se dijo: "Tantos años en el deporte no los voy a echar a perder con una drástica medida. Opté por continuar, y aquí sigo sin miedo, sin temores".

En su trayectoria deportiva nada ha sido fácil: en 2008 una lesión en la muñeca lo alejó del selectivo de los Juegos Olímpicos de Beijing...

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