Julio César Chávez. La poética del puño

AutorMauricio Mejía

(...) Tres meses después de que César Estrada Chávez fundó la Asociación Nacional de Trabajadores del Campo, el 12 de julio de ese 1962, nació en Ciudad Obregón (no muy lejos de Yuma) Julio César Chávez, el hombre que haría del puño un arte y una revolución, primero mexicana, luego chicana, luego latinoamericana. El padre de Julio César (...) fue ferrocarrilero y se llamó Rodolfo Chávez. Le llamaron El Güero. A Julio también la escuela le fue imposible, no por el idioma, sino porque sí. También fue uno de muchos hijos; siete niños y tres niñas. No tuvo que esperar mucho, después de conocer el doloroso parto, para conocer al gran rival de su infancia: la pobreza. La vida de los hombres está determinada por el sentimiento que tienen en el momento en que ven la primera luz. Unos nacieron cuando pasó por ellos un momento de tranquilidad, fueron encantadores y simpáticos, actores o artistas; entre otros, cuando transitaron por un pasaje de satisfacción, fueron pacíficos y elocuentes, tal vez oradores o misioneros; otros, como Chávez, vinieron al mundo cuando pasaron por un trance de rencor e inconformidad. Fue boxeador, contra sombras, contra espejos y contra el mundo entero, revolucionó para siempre la manera de encauzar ese rencor, ese arte, esa poética, esa violencia pura a la que otros llaman boxeo. El Güero y su familia Chávez Gómez se mudaron a Culiacán cuando Julio tuvo apenas tres años, es decir, nada.

Julio César no conoció, ni en lecturas, a San Francisco de Asís o a Mahatma Gan-dhi, como César Chávez. Tampoco fue asistido por alguien como el padre McDon-nell para introducirse en las bondades del alma, del cristianismo y el bien común. Pero llevó en la sangre la inconformidad, la rebeldía del no, como la llama Albert Camus. El resentimiento siempre tiene razones para manifestarse. Es el menos gratuito de los vicios humanos. Julio César compartió cuarto con sus hermanos; sus hermanas ocuparon el otro. Los padres durmieron en la sala. Cuando un hombre cree que está de más en el mundo, inventa otro en donde él es todo el mundo, y el mundo, lo de menos. Chávez escuchó la intimidad de sus carnales, los ronquidos, los primeros sueños eróticos y las primeras experiencias egoístas. A veces, también, los rounds a oscuras de sus padres. En su otro mundo hubo riquezas, mujeres y joyas, hartas joyas. En ese planeta infantil, creado como medio de evasión, fue famoso, de alguna manera borrosa, famoso. Así fueron los años lejanos que no volvieron...

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