La Kultura
Autor | Fabrizio Mejía Madrid |
En su curul, la disminución de "recursos para la cultura" se sentía como una debacle tal que, en la esquina, ya sonaban los trebejos de la caída de la civilización. Ya no alcanzó a definir los niveles de la destrucción causada porque debía irse a una cena para tratar de restaurar lo que quedaba de su partido. Pero el exceso del diputado me sirve de pretexto para una pregunta: ¿qué se destruye si no le asignan recursos públicos?
Cuando decimos "cultura" nos referimos a dos caras de una misma abstracción: la formación del gusto cultural (las artes, cualesquiera que entren en lo que vale o no la pena experimentar) y toda manifestación que autodescribe a una comunidad. Una viene de la Ilustración y, como escribió el profesor de la Universidad de Génova Marco Aime, su contrario es la ignorancia. La otra proviene de la antropología y su contrario sería la naturaleza. El término que, como se sabe, tiene un origen ambiguo -el latín colere: "dedicarse con esmero"- se usó como una forma para construir una conciencia sobre los demás. En la cara de la Ilustración, la cultura era la de la razón y sus sofisticacio-nes, por lo que el gusto cultural generó por oposición a los ignorantes, los insensibles, los de gustos plebeyos. La otra cara dio lugar a la Kultur alemana; es decir, a la asociación entre costumbres, conocimientos, creencias, moral y artes, con una identidad nacional.
La cultura, como la entendemos hoy, es un campo de batalla entre quien describe a los otros y cómo los descritos se defienden. Existen, pues, todas las gradaciones del gusto, desde pensar que se tiene un don de apreciación que distingue a una élite ilustrada del populacho hasta los usos populares que se hacen de los medios de la élite. Pero también existe esa otra cara que es pensar a la cultura como un depósito inamovible del pasado común. Los dos ejemplos de esta semana me sirven para ilustrar una metáfora que utilizó Max Weber: somos seres que tejemos una telaraña simbólica que nos aprisiona. Una es la recepción de la nueva película de Alfonso Cuarón, Roma; la otra es la discusión de los rituales indígenas usados como parte de la legitimación simbólica del nuevo gobierno mexicano. En ambos casos, se tiende a una creencia en algo que podría llamarse "pureza cultural", es decir, a si lo representado -lo indígena- se atiene a lo que sabemos, creemos o queremos de él. Y se debate no sobre las formas estéticas y sus usos, sino sobre si coincide o no con la "identidad nacional" o...
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