"L'addio", una grata exhumación

AutorSamuel Máynez Champion

Como puede suponerse, hay muchas penumbras en su trayectoria existencial, particularmente en su niñez, pero sí nos es posible trazar un bosquejo de lo relevante que hizo en sus 60 años de vida (murió en 1905, también en la Ciudad de México). No hay certeza sobre la profesión de su padre, aunque se ha dilucidado que pudo ser tesorero de la Aduana de Santo Domingo. De su madre se piensa que fue una ama de casa dedicada únicamente a la crianza de la prole con nueve hijos. Sobre sus tutores musicales se sabe que estudió solfeo con José M. Oviedo, piano con Tomás León, armonía y contrapunto con Melesio Morales y canto con Agustín Balde-ras, con todos de manera privada.

Su relación con León fue muy estrecha, ya que éste llegó a considerarlo su mejor discípulo, para después darle un trato generoso de colega. Los progresos pianísticos de Julio fueron admirables, no sólo por su gran disposición hacia la música, sino por su asombrosa capacidad de trabajo. Al parecer, en esos años for-mativos llegó a estudiar entre ocho y 10 horas diarias, seguramente sin atender su salud pos-tural, ya que al final de su vida sufriría severos dolores de pecho y espalda.

Su debut como concertista avino en 1859, con 14 años de edad, tocando al lado de León y otros celebrados solistas mexicanos en el Gran Teatro Nacional. Poco después se embarcó en una exitosa gira por varias ciudades de la República, coronando su virtuosismo al presentarse en Cuba, donde obtuvo lauros y ovaciones. Es de mencionar que también recibió consejos del pianista español Gonzalo Núñez, quien, a la sazón, se encontraba en México. En palabras de Ituarte, fue Núñez aquel que le reveló los artificios y recursos técnicos del instrumento que le abrieron "el camino del arte".

Sobre su aspecto y manera de tocar, Guillermo Prieto anotó: "Julio es delgado, de faz medio morena, de pobladas patillas negras, flexible y se acerca al piano como un amante tímido a la adorada de su corazón. Acaricia las teclas, no parece que las oprime, sino que las levanta para dar salida a los acentos de los ruiseñores que encierra. ..". E Ignacio Altamirano corroboró: "Es un gimnasta del piano. Lo domina, lo desenfrena, lo hace producir rugidos de león, estampidos de rayo, voces de tempestad en la selva y luego lo calma, lo hace sollozar (...) Ituarte es el arbitro del alma, porque la subyuga como quiere."

En 1866 fue uno de los protagonistas de la audaz gesta que desembocó en la fundación del Conservatorio de la Sociedad...

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