Una lección de periodismo

AutorVicente Leñero

El periodismo es trabajo sinfónico de equipo, es la búsqueda necia, emprendida entre todos los que forman un grupo, por desatar los nudos del mundo que vivimos. No es tarea individual, ni jamás el desplante inspirado que produce de pronto una obra redonda -como sucede a veces en el arte-para ponerse luego a dormir entre laureles. Tampoco es cosa de sentarse a afinar durante meses un trabajo reporteril: a pulirlo y acabarlo hasta el punto final que nos entrega a la satisfacción o al sueño de que ahí quedó fijado para siempre. ¡Qué va!

El quehacer periodístico es talacha de urgencias, neurosis de presente, pasión por el instante que nos parece eterno a la hora de dar con la noticia y atrapar el secreto de un gran descubrimiento, pero que se diluye pronto, apenas lo entregamos a la voracidad de esa vida que nunca se detiene y que se traga todo: los hechos, las palabras de un hombre entrevistado, el llanto por un grande que se muere, la situación insólita de ahorita que mañana ya a nadie le sorprende.

Todos lo sabemos: la noticia de hoy sólo dura este día; se volverá envoltorio al otro, o trapo para vidrios, o cenizas o basura. También el reportaje se muere con todo y sus palabras calientes por más que lo soñábamos una novela clásica. Y hasta esa audaz portada de la revista semanaria que repensamos tanto y que dijimos órale, se va quedando atrás al poco rato sepultada entre otras, y otras, y otras 100 enfiladas por la banda sin fin, inalcanzable, del quehacer periodístico. Como obra individual, poco queda intocado que importe a lo que importa al periodismo, que es el registro del instante. Lo que importa si acaso -e importa mucho, la verdad- es el camino, la voluntad constante, el fatigoso ir descubriendo durante años, paso a paso, noticia tras noticia, reportaje sumado a reportajes, columnas, entrevistas, la cambiante manera en que la realidad presenta sus conñictos, problemas, contradicciones, signos. No está llamado el periodismo a resolver las crisis -qué falacia-; está llamado a decirlas, a registrar su peso, a gritar que se esconde, que se oculta o simula, como duele la llaga, por qué y cómo y a qué horas, desde cuándo y por dónde se manifiesta el yugo que oprime esta vida social. Más que ir en busca de la verdad, como suele decirse cayendo en el gazapo filosófico, lo que sale a buscar el periodismo, de momento a momento, es la profunda entraña, el desgarrado cuerpo de nuestra realidad. Ese es el objetivo: la realidad a secas. Monda y...

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