Leer o no leer

AutorFabrizio Mejía Madrid

"Cuando el monje, atacado por la acedia, intenta leer, inquieto, interrumpe la lectura y, un minuto después, se sumerge en el sueño; se talla el rostro con las manos, extiende sus dedos y lee algunas líneas más, mascullando el final de cada palabra que lee y, mientras tanto, llena su cabeza con cálculos ociosos: el número de páginas que le restan por leer y las hojas de los cuadernos por llenar. Comienza a odiar las letras y las hermosas miniaturas que tiene ante sus ojos hasta que, por fin, cierra el libro y lo utiliza de almohada para su cabeza, cayendo en un sueño breve y profundo".

Una generación antes, otro monje, Juan Casiano, había clasificado la acedia como "el demonio del mediodía" y Santo Tomás la definió como "una fuga de lo divino a la que no le importa que no le importe". Demonio y pecado capital -se transformaría en "pereza"-, la acedia la vivimos cuando no logramos leer, ni concentrarnos, y el libro se nos cierra al quedarnos dormidos.

Cuando hablamos hoy de la lectura como un componente de la identidad -nos enriquece, nos hace más diversos, nos "concientiza", "ciudadaniza"- están todavía presentes los demonios, las culpas y la pérdida imperdonable de lo divino. Que no te importe que no te importe lo importante. Pero, ¿qué es leer y no leer? Leer es descifrar una secuencia lineal de signos. En ella intervienen los ojos y una voz dentro de nuestras cabezas que escuchamos leyendo y otra que, al avanzar en la lectura, crea un sentido. No leer es estar afuera de esa secuencia lineal. Los analfabetos reconocen las letras como dibujos de grafías, pero no los logran articular para que tengan un sentido. El momento en que de niños logramos por primera vez juntar las letras con sonidos de la voz interior en un sentido es uno de los momentos milagrosos de toda existencia. Por ello le estaré eternamente agradecido a Mafalda.

Los cambios que ha tenido la lectura no son muchos. A pesar de que ahora se nos dice que las abreviaturas de los mensajes de texto por teléfono son una nueva forma de escribir, no lo son de la lectura: nuestra cabeza sigue llenando las letras omitidas. La lectura sigue siendo lineal y, no obstante los esfuerzos tecnológicos, no es simultánea. Llenar una página con "vínculos" o imágenes no es muy distinto de las ilustraciones de los libros de la Edad Media. Y, ahora, se dice "escro-lear" (de "rollo" o figura en espiral en inglés) al acto de pasar de arriba a abajo en una página de Internet, como un papiro inmaterial.

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