Lizalde valora los trabajos de Ernesto de la Peña

AutorEduardo Lizalde

"Rivieron muchos amigos escritores en común: Salvador Elizondo, Jaime Labastida, Carlos Fuentes... Y también muchos intereses comunes. En la última década uno de ellos en particular -la pasión por la ópera- los llevó a realizar juntos un programa para la televisión universitaria y a encontrarse con gran frecuencia para preparar y grabar cada emisión.

También solían coincidir en la Academia Mexicana de la Lengua (AML), a la que De la Peña ingresó en 1993 y Lizalde en 2007. Su admiración fue mutua.

En los últimos treinta años se volvieron cada vez más cercanos, y a partir de que De la Peña decidió empezar a publicar libros, Lizalde no escatimó oportunidad para poner de relieve la importancia del trabajo de su amigo. El martes 11 Lizalde y otro poeta, Jaime Labastida, presidente de la AML, fueron los oradores en el homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes.

Se reproducen enseguida algunos fragmentos del "Prólogo" que Lizalde escribió para el tercer tomo de las Obras de Ernesto de la Peña (Conacul-ta 2007), en el que se reúnen sus libros de narrativa y poesía.

Ernesto de la Peña nació constituido por naturaleza para la sabiduría, el conocimiento de las lenguas, las culturas antiguas y modernas y la capacidad para el aprecio inteligente de todas las manifestaciones artísticas, y eso lo percibieron desde su juventud todos los escritores e intelectuales de su generación. Pero acaso la modestia y la discreción -nunca la arrogancia- que caracterizaron al joven sabio desde el principio impidieron también adivinar todas las dotes críticas y creativas que Ernesto poseía y que, por fortuna, añoran hoy para nosotros, en la etapa de su madurez, con la aparición en letra impresa de sus libros conocidos, y su copioso acervo de escritos inéditos de lingüista, de historiador del arte, de narrador, de pensador, de traductor, de poeta e inventor de ficciones nada ordinarias, per-sonalísimas y sin precedente en el panorama de nuestra literatura. [...]

Conocido desde su juventud, ya lo he dicho, como persona de notable cultura y excéntrico políglota, Ernesto de la Peña no alardeó sino escasamente entonces, al menos por escrito, de sus grandes capacidades creativas. Y debido a esa extraña contención, propia acaso de un severo espíritu autocrítico y un temple de perfeccionismo insospechado, sus propios contemporáneos lo tuvieron por largos años precisamente como un superdotado y estéril erudito.

El mismo Carlos Fuentes, que no parece haber leído...

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