Los luchadores viven a la espera de la última derrota

AutorRaúl Ochoa y Beatriz Pereyra

El fallecimiento del Hijo del Perro Aguayo, el sábado 21 en Tijuana, mostró el mayor riesgo que enfrentan los luchadores mexicanos -la muerte-, pero también evidenció la realidad cotidiana que padecen: lesiones, enfermedades, secuelas de por vida, abandono, explotación y miseria.

Los luchadores no tienen "derechos laborales". Reciben pagos a capricho de los promotores, no son empleados de nadie, carecen de seguridad social y prestaciones, no pueden ahorrar para su retiro ni saben de pensiones o jubilaciones. La re-lación "patronal" dura, si acaso, tres caídas; los contratos se hacen con saliva y su cumplimiento depende de la buena voluntad de los empresarios.

Ray Mendoza Jr. trabajó en los cuadriláteros durante 36 años. Hijo del afamado lu-chador del mismo nombre, pertenece a la Dinastía Imperial, una familia de enmascarados conocidos como Los Villanos, que comenzaron en los rings cuando la lucha libre era cuerpo a cuerpo y a ras de lona, lejos de los lances y acrobacias actuales.

El peleador, antes conocido como Villano V, se despidió de los encordados antes de que lo bajaran en silla de ruedas, como ha ocurrido, dice, con muchos de sus colegas -sobre todo poco conocidos-, que quedaron a merced de la caridad de los empresarios o de sus compañeros.

"El luchador está desprotegido. Lo digo para que mis compañeros tomen conciencia. Hay que exigirles a los promotores porque, cuando terminamos lastimados, el dinero que hayamos ganado no alcanza para cubrir terapias físicas, cirugías, atención médica. Por eso muchas veces acabamos en el abandono total. Cuando un promotor ve que ya estás muy lesionado, sobre todo las empresas grandes (como la AAA o el Consejo Mundial de Lucha Libre, CMLL), te hacen a un lado y te dicen que ya no sirves. Es muy triste porque, después de haberles llenado el bolsillo, te tiran como si fueras un utensilio", denuncia.

En septiembre de 2008, cuando aún peleaba como Villano V, el deportista desenmascaró a Blue Panther. En esa legendaria función, realizada para celebrar el 75 aniversario del CMLL, el luchador recibió un tope de su adversario que provocó que se golpeara la cabeza con el descansabrazos de una butaca.

El impacto le desencadenó una hipertrofia del lóbulo parietal derecho. Aun así siguió luchando cinco años más, hasta que se retiró por recomendación de un neurólogo. Sin embargo, sigue esperando que Francisco Alonso Luteroth, empresario de la Arena México, le pague los 100 mil pesos que le debe desde aquel combate, cuando los aficionados abarrotaron el recinto.

"Luchamos de buena fe, confiando en que sí nos van a pagar. En la Arena México se cobra por porcentaje de la taquilla, pero aunque esté muy buena la entrada te dan lo mínimo. He visto...

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