En la Luna

AutorFabrizio Mejía Madrid

Se reeditó la biografía de Neil Armstrong, First Man, y se estrenó una película basada en algunos de sus pasajes. Pero lo que me interesó del libro de James R. Hansen no está en la película sobre las tribulaciones de Ryan Gosling (Armstrong) y Claire Foy (su esposa, Janet Shearon): la desproporción entre las mezquindades de lo humano y la épica de ir a la Luna. La primera distinción entre los tres astronautas que viajaron hace medio siglo es entre Armstrong y Aldrin, por un lado, con el pobre Collins, por otro, que se queda en la nave nodriza esperando a que sus compañeros regresen de sus caminatas lunares. Vas hasta la Luna y no caminas sobre ella. Pero la más terrible es entre Aldrin y Armstrong por ser "el primero", algo que, en la dimensión cósmica, no tiene la menor importancia, pero que en la Tierra sí. Edwin Buzz Aldrin estaba seguro de que él sería el primero porque el protocolo de las anteriores expediciones establecía que el comandante se quedaba en su nave y el copiloto se desplazaba. Pero el protocolo cambió justo con el Apolo 11. Neil Armstrong quedó sentado al lado de la escotilla y, sin importar que el padre de Aldrin le hablara a los altos directivos del Pentágono para favorecer a su hijo desde su puesto en la Standard Oil, la escotilla se quedó donde iba el comandante de la misión. Con prudencia, el biógrafo de Armstrong sólo describe una cena en la que a Buzz se le pasan las copas y termina por explotar contra lo que él siente como una injusticia: ser el "segundo". Le reclama a Armstrong haber estrellado el Apolo 11 en una simulación de vuelo donde todos "murieron" y, aún así, tener el apoyo incondicional del director de la NASA. Sospecha de él, de sus relaciones políticas, de sus amistades forjadas en los scouts. Armstrong, a quien el cronista Norman Mailer ha retratado como "alguien que habla con la alegría de un perro al que le arrancaron un bocado de entre los dientes", fue parco sobre ese favoritismo, reservado incluso con su biógrafo -al que sólo le dio tres entrevistasen los entretelones de tal decisión. Cuando le preguntaron sobre los "recuerdos personales" que se llevaría a la Luna, no contestó como lo hicieron Aldrin y Collins, fotos de sus familias -a Armstrong se le había muerto una hija, de cáncer en el cerebro- sino : "Más combustible".

La disputa por ser "el primero" llega hasta la Luna: Aldrin no le toma una sola foto a Armstrong. Las únicas fotos de él en la Luna son las de su propio reflejo en el casco de...

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