Cuando la mafia llegó a Roma

AutorIrene Savio

ROMA.- El diálogo se desarrolla en los ochenta. El clan criminal Los Fasciani, aparentemente de poca monta y que se está afincando en la localidad costera de Ostia, negocia el envío de cocaína con narcotraficantes colombianos, según se desprende de escuchas telefónicas, grabaciones ambientales y testimonios recogidos desde entonces por la policía italiana.

El contacto entre los delincuentes es directo y sin intermediarios, como ocurre entre pares. En los años siguientes vendrá el envío de cargamentos de cocaína desde España o directamente de la isla de Sicilia, para venderla en esa localidad marítima, a 20 kilómetros del centro de Roma.

Federica Angeli, quien cuenta a Proceso esta anécdota, sabe de lo que habla: nació por estos lugares, fue a la escuela rodeada de bandas y, ya reportera del diario La Repubblica, investigó sobre el silencioso ascenso y transformación de estas pandillas en grupos del crimen organizado en este municipio de la capital de Italia.

Pero al principio pocos le daban crédito.

"Incluso algunos fiscales me decían que estaba loca, que exageraba; y así fue durante muchos años", cuenta Angeli, quien, por estos hechos desde hace cuatro años y medio paga un precio muy alto, infrecuente para un periodista en Europa: andar en un automóvil blindado, con escolta policiaca permanente.

"Lo que está claro es que durante mucho tiempo los jueces no se lo tomaron en serio. Todos los ignoraron. Así, los clanes de Ostia, autóctonos de Roma, se convirtieron en una mafia", asegura.

Y ahora, apenas el pasado 7 de noviembre, ocurrió algo en Ostia: a plena luz del día, Roberto Spada, del clan homónimo, le propinó una golpiza a un reportero del canal de la televisión pública italiana Rai2, e hizo saltar el asunto en las portadas de la prensa nacional e internacional.

Habían transcurrido apenas dos meses desde que la opinión pública italiana descubrió que Suburra, la serie de Netflix que retrata el arraigo de los clanes en esa localidad, no es sólo ficción, sino la síntesis dramatizada de un territorio que ha estado bajo control no de las mafias tradicionales italianas -Camorra, Ndrangheta, Cosa Nostra-, sino de otros clanes afincados allí desde los ochenta. Precisamente los Fasciani, los Spada, los Triassi.

Angeli, cuya vida está en peligro justamente por sus investigaciones -empezadas hace más de dos décadas-, lo tiene claro. La golpiza al periodista habría quedado en una simple nota en las páginas de sucesos, si el hecho no hubiera sido otro indicio de una realidad negada mucho tiempo en...

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