Maquiavelo sin Salinas

AutorFabrizio Mejía Madrid

Maquiavelo está endeudado, abandonado, y salvo su correspondencia con "un amigo que no sabe ser amigo", Francisco Vettori, no tiene mayor contacto con la política. Desterrado de su único talento -aconsejar- escribe El Príncipe en una ensoñación que comienza cuando redescubre sus propias anotaciones de juventud en los márgenes de Historia de Roma, de Tito Livio. Cree descubrir en las acciones de emperadores, senadores y soldados una razón política que contiene una "naturaleza" y unas leyes que no son ni religiosas ni morales. Como quien analiza fuerzas, reacciones, y mezclas en la alquimia, Maquiavelo cree descubrir una forma de hacer política. La redacción tanto de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio como El Príncipe no es para nada desinteresada: quiere usar los libros como carta de presentación para unos Médici, que tanto en Florencia como en Roma podrían acordarse de él y darle un cargo público. Por eso, aunque es un ferviente republicano y dado su origen humilde, también un entusiasta del Estado popular, decide pensar en lo políticamente más probable para Florencia, un principado "redentor":

"No se debe dejar pasar esta ocasión para que Italia tenga un redentor. Y no lograría expresar con qué agradecimiento sería recibido en todas las provincias que han padecido las incursiones de los extranjeros; ni cuán grande es su sed de venganza, cuán obstinada su fe y cuán abundantes son sus lágrimas. ¿Qué puertas se le cerrarían? ¿Qué pueblo le negaría su obediencia? ¿Qué envidia se le opondría?

Maquiavelo escribe entonces los consejos para un príncipe ideal que, en la realidad, está basado en César Borgia, hijo del Papa Alejandro VI y hermano de la funesta Lucrecia. Su modelo: el gobernante sin virtud, pero con mucha fortuna. Como va en contra de sus intereses personales, se autocensura en su certeza de que lo que obstaculiza la unidad de toda Italia es la existencia del Vaticano, los "estados pontificios". La idea está en los Discursos, pero no en El Príncipe. Los Borgia -italianizado el "Borja" de su origen español- son un ejemplo de cómo un acto ilegítimo de elección de un pariente, luego puede extenderse debido a la fortuna y el talento para conservar el poder. El término "nepotismo" viene justo de la costumbre de los papas de llamarles "sobrinos" -nipotes- a sus hijos ilegítimos y darles cargos públicos. Rodrigo Borgia se convierte en Alejandro VI gracias a esa fortuna y a comprar los votos de los demás cardenales. Y lo...

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