El maquillaje de un rostro represivo

AutorErubiel Tirado

Con la remembranza saturada del 68 -ahora con tintes oficialistas y de mito político-, hay señales inequívocas del poder fáctico y dominio de los militares que vuelven con formas renovadas al ruedo del sistema. La revocación en juicio de amparo de la suspensión de la Ley de Seguridad Interior (LSI, 25 de septiembre); la descalificación y negativa de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena, El Universal, 1 de octubre) de acatar la investigación de una comisión, ordenada judicialmente, sobre Ayotzinapa; la inauguración por la Sedena de un Centro para las operaciones de mantenimiento de paz y de su Instituto Mexicano de Estudios Estratégicos para la Defensa y Seguridad Nacionales (1 y 4 de octubre, respectivamente), anticipan el predominio militar para las definiciones, por encima de consideraciones civilistas, como parte del contexto transicional.

El entorno es coronado por la designación de los futuros titulares de Defensa y Marina, luego de un triste espectáculo de señales y comportamiento manipulador presidencialista (al estilo del Carlos Salinas de los noventa), que nada tiene de cambio estructural ni de reivindicación de una autoridad democrática civil. En lo castrense, presenciamos una evolución y un aprendizaje iniciado en 1968, con cambios inducidos en la estrategia militar con su ins-trumentalidad represiva, que coincide con el fin formal de sus dividendos políticos en forma de cuotas. Ahora tenemos altos mandos como influyentes políticos... y menos sometidos al poder civil.

Refinamiento represivo y renovada factura política

De 1968 a la fecha los militares han transitado de forma exitosa hacia la transformación de sus privilegios -pactados en la posrevolución- a cambio de su domesticación civilista "a la mexicana". El resultado objetivo muestra la paradoja de tener una fuerza armada inútil en términos de defensa, pero muy eficiente para el control social y político (así lo muestra el nuevo paradigma de la LSI, operativa y vigente desde el año pasado); y, no menos importante, ser un factótum deliberante, contraviniendo sus definiciones primordiales en democracia.

Desde 1968 se pasó primero por encima de la decisión presidencial y la fractura del mando civil sobre los militares, cuando expandieron sus prácticas represivas creando grupos paramilitares o pa-rapoliciales contra la protesta social y política: desde el Batallón Olimpia (ahora insinúan, sin pruebas, la existencia de una "brigada" estudiantil para justificar la...

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