Maternidad tardía

AutorMarta Lamas

Este caso representa un extremo atípico en la tendencia contemporánea de tener hijos tardíamente. El deseo de esta mujer de parir un hijo a esa edad plantea un conjunto de dudas sobre las que vale la pena reflexionar. Es indudable que la reproducción asistida franquea el umbral biológico y proporciona grandes esperanzas; pero también es cierto que plantea preguntas preocupantes, como la de qué implica una maternidad tan asombrosamente tardía. Es indudable que con los métodos de reproducción asistida muchísimas mujeres con ciertas dificultades para procrear y, ¡claro está!, con recursos económicos, llegan a ser madres biológicas. Pero la procreación en mujeres muy mayores, que ya pasaron la menopausia, instaura una controversia ética: ¿Se puede establecer un límite al deseo de procrear un hijo? ¿Tiene la criatura el derecho a tener una madre que la acompañe hasta la adolescencia, trecho básico para alcanzar una estabilidad emocional?

Antes, las mujeres que no podían procrear se resignaban o encauzaban el deseo de un hijo buscando la adopción. Hoy, al mismo tiempo que un sinfín de mujeres acude a la gestión tecnológica de la procreación, con sufrimientos y a precios exorbitantes, en los orfelinatos aguardan inútilmente miles de niñas, niños y adolescentes. ¿Por qué tan pocas personas se plantean la adopción? Además de las abrumadoras dificultades legales e institucionales existentes, la lógica de la identificación narcisista de tener "un hijo de mi propia sangre" arrasa sobre lo que es el gratificante desafío de acompañar a seres humanos en su proceso de crecimiento.

No es cierto que la profunda herida que causa la imposibilidad de procrear sólo se cure con ayudas tecnológicas para una procreación asistida. Ser madre es una decisión que surge del deseo de tener un hijo, y no pasa necesariamente por lo biológico. No es madre toda mujer que concibe, gesta y pare, sino la que acompaña a una criatura y le brinda su presencia amorosa a lo largo del complejo tránsito del crecimiento. La solidez del lazo maternal no radica en el hecho de haber traído un hijo en las entrañas -por muy emocionante que esto sea-, sino en la larga y compleja relación que hay que desarrollar después. Por eso la psicoanalista Silvia Tubert subraya que no es lo mismo el deseo de ser madre que el deseo de criar a un hijo. Además, el creciente fenómeno de las mujeres que eligen no ser madres desmitifica la existencia...

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