Melilla, la atestada "ciudad cárcel"

AutorAlejandro Gutiérrez

MELILLA, ESPAÑA.- Takam Foi-sing dejó Camerún para llegar a Europa a fin de mejorar su vida, pero pagó un precio muy alto. Ahora camina apoyado en muletas. Perdió la pierna izquierda a consecuencia, dice, de la golpiza que le propinó "la policía marroquí" en su afán de impedir a un grupo de migrantes subsaharia-nos saltar la valla que separa Marruecos de esta ciudad autónoma española, frontera de Europa en el norte de África.

"Éramos muchos los que tratamos de brincar, unos 400", relata el joven de 26 años. "Era mi quinto intento", agrega.

Como la mayoría de los migrantes que huyen de guerras o de la pobreza en sus países, Foising optó por la ruta marroquí: algún punto en la frontera perimetral de 11 kilómetros que separa a Marruecos del sur de Melilla o los casi nueve kilómetros de vallado entre aquel país y Ceuta, el otro enclave español a orillas del Mediterráneo. Foising tardó casi un mes en recorrer los 5 mil 500 kilómetros que separan Camerún de Marruecos, hasta llegar al monte Gurugú, cerca de la frontera, en la provincia de Nador de la región del Rif marroquí, donde se concentran los migrantes más pobres que buscan "saltar" a Melilla.

En el Gurugú el reportero pudo constatar que los migrantes, a quienes encontró recogiendo leña para hacer una fogata, rozan la indigencia. Dos de ellos son los malienses Mohammed y Osman, que tienen la tez ceniza y las manos tiesas por el viento helado.

No pueden pagar los 40 euros que cuesta alquilar un chaleco salvavidas para pasar a nado en alguna zona de vigilancia laxa; los mil que cobran las mafias por un espacio en las embarcaciones llamadas pateras para llegar a Melilla o cruzar el estrecho de Gibraltar; los 4 mil por pasar la frontera escondido en un vehículo, o los 6 mil de un pasaporte falso.

Desde la altura del Gurugú los migrantes tienen una vista magnífica de Melilla; pero sus condiciones son terribles. Deben montar sus campamentos -organizados por nacionalidades y bautizados por una periodista como la "república subsahariana del Gurugú"- lejos del camino principal a fin de evitar las batidas de los guardias marroquíes, quienes con frecuencia llegan a arrasar con sus pertenencias, a golpearlos y romperles rodillas y piernas para que no intenten escalar la valla.

Foising permaneció nueve meses en el Gurugú comiendo "arroz, pan o fruta que la gente nos regalaban en Nador", sacando la "comida tirada en la basura" o preparando "té de alguna yerba que encontrábamos en el monte". Algunos han pasado aquí hasta tres años.

En la primera mitad de 2013, con Foising viviendo ahí, Marruecos multiplicó sus redadas en el monte y zona fronteriza; en ese periodo, Médicos Sin Fronteras (MSF) documentó en un informe el...

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