El mercado secundario del arte mexicano

AutorBlanca González Rosas

Favorecido a finales de 2010 con la compra gubernamental de obras por 100 millones de pesos (Proceso 1817), el mercado secundario se impuso como un ámbito que requiere regularse y transparentarse. Para empezar, se debe construir una infraestructura que acote la venta y legitimación de falsos. En lugar de comprar obras, la directora y la subdirectora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) -Teresa Vicencio y Alejandra Peña, respectivamente- deberían diseñar un programa de catalogación de las principales firmas requeridas por el mercado -ya sean pertenecientes al arte moderno o al contemporáneo-y un procedimiento de autentifi-cación y valuación. En lo que se refiere a la legitimación, antes de incorporar obras de colecciones particulares a cualquier exposición, los directivos deberían solicitar un dictamen profesional y regulado para asegurar la autenticidad de cada pieza.

En cuanto a su cotización, es indispensable generar programas de posicionamiento internacional que pongan en valor artístico y comercial la creación de nuestro país. En las subastas de noviembre de la Casa Sotheby's en Nueva York, el precio de salida más alto para el arte mexicano fue de 2 millones 210 mil dólares para Rufino Tamayo (1899-1991), mientras el alemán Gerhard Richter (1932) alcanzó los 20 millones de dólares. ¿A qué se debe la diferencia, es mejor pintor Richter que Tamayo? También a partir de esta subasta se evidenció...

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