"El Mesías": Una música libertaria

AutorSamuel Máynez Champion

Ancladas a una tradición cercana a las tres centurias, las ejecuciones del oratorio Messiah de Gëorg Friedrich Händel (1685-1759) se han sucedido anualmente sin interrupción alguna desde su estreno. Ocurrió éste el 13 de abril de 1742 en el Neal's Music Hall de Dublín, Irlanda, mas a partir de la primera representación en la capital del Reino Unido -23 de marzo de 1743- se instauró la costumbre de interpretarlo, no sólo en los periodos de pascuas, sino en toda celebración natalicia.

Las recurrentes ejecuciones encontraron eco inmediato en los principales países de Europa, trasplantándose al continente americano aún en el siglo XVIII. Se tocó por vez primera en Nueva York en 1770 y ya en el decimonónico comenzó a escucharse en nuestro país en manos de las embrionarias sociedades filarmónicas de entonces.

Empero, más allá de la raigambre que la obra ha cimentado en el espíritu navideño, descuella una petición hecha por el propio Händel que dejó de acatarse y que sería deseable, incluso obligatorio, rescatar. Tiene que ver con la caridad cristiana y con el valor tangible que el arte puede aportar en términos de beneficio social. El compositor se rehusó desde un principio a recibir cualquier remuneración por su obra y decretó que las ganancias obtenidas tuvieran fines muy concretos. Para entenderlos a cabalidad es aconsejable abordar el contexto generador del magno oratorio.

El inigualable músico sajón -vio la luz en la ciudad de Halle, en el actual estado alemán de Sajonia-Anhalt- aprendió los rudimentos del arte musical a escondidas, pues su padre, un médico respetable y acaudalado, pretendía hacer de él, hijo único, un hombre de bien con una carrera que le aportara dinero y reconocimientos. No obstante el niño demostró tales capacidades para la música que el doctor Händel accedió a que se dedicara a cristalizar su vocación. Después de estudiar oficialmente con un maestro de su ciudad natal se convirtió en organista de su basílica y, cumplida la mayoría de edad, ofreció sus servicios como violinista y clavecinista en el Teatro de Hamburgo, donde permaneció poco tiempo. En ese medio aprendió a amar la ópera, decidiendo que lo ideal sería viajar a Italia para empaparse de la tradición canora que ahí había nacido.

Sus fulgurantes estadías en Roma, Florencia y Venecia lo consolidaron como un verdadero compositor de esa ópera italiana que estaba conquistando al mundo. Cuando estrenó su dramma per musica Agrippina en la urbe lacustre del Adriático...

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