Mexicanos de a pie en Nueva York

AutorEduardo González Velázquez

Día 2. A las 7 de la mañana sonó mi despertador. En realidad no necesité su ayuda, pues los ronquidos de mi vecino de litera, un ruso cincuentón y rechoncho, habían complicado mi descanso y varios minutos antes de escuchar el despertador ya me encontraba mirando la desgastada pintura del techo. Baño ocupado. Esperé en un pequeño pasillo que conecta sanitario, cocina y cuartos, desde donde comienzan a mostrarse algunos inquilinos para indicar que hacen fila para la regadera.

Ya en la calle me recibió una lluvia ligera. Tal como sería durante dos semanas, tomé la línea Q del subway para salir a trabajar. La dirección fue Times Square para luego abordar la línea 1 y llegar a mi primera cita. Poco a poco el tren se fue llenando. Decenas de pasajeros ensimismados en el universo internético al que son conectados a través de sus celulares para alejarlos del ajetreo cotidiano de los vagones y las prisas laborales. Desayuné en Panchos, un lugar que conocí en la primavera de 2015. Los baristas, originarios de Puebla, son los mismos que un año atrás me habían extendido la invitación para regresar. Debía dirigirme al Barrio en el cuadrante que hacen la Park Avenue al este, la 128 al norte, la Pleasant al oeste y la 100 al sur; atravesado por la importante avenida Lexington, en el East Harlem, al norte de Upper East Side, luego de ponerme al tanto de las noticias de los poblanos en el último año. La mejor opción para llegar a mi destino fue subirme a la ruta 116 del transporte público.

Comenzaron las entrevistas. Caminé hasta el East River. En el primer Starbucks de la jornada entré a tomar más café, pues el de Panchos me parece muy ligero. Fueron seis entrevistas. Historias duras todas, construidas con trabajo. Ojos constantemente humedecidos por las referencias al pasado. Lamentos por lo dejado atrás. Incertidumbre por lo venidero. Ideas encontradas sobre la posibilidad o no de regresar al terruño. Largos silencios cuando rascan en el pretérito para encontrar y luego verbalizar buenas y malas experiencias: "Yo no tuve niñez", dice Gladys, cuando le pido que recuerde sus primeros años de vida. Lo mismo sucede cuando define su situación migratoria, su ser migrante.

Pero también escuché intensos relatos de "triunfadores" que contrastan con la idea que la mayoría tienen de México: "Veo a México de la chingada. En México tienen a la gente engañada". "A México lo veo con ganas de no volver, porque allá no alcanza el dinero, no rinde". "Ni para comprar la canasta básica te sirve el trabajo; aquí hasta de vacaciones salimos". Otros más mostraron las páginas web de sus negocios para presumir: "Aquí está mi historia, aquí puedes ver lo que he construido".

El Barrio es una zona que históricamente ha recibido pinceladas de...

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