Microbus / La niebla

En México hay varios bancos:

Están los bancos de escuelas y colegios (inmortalizados en la pieza sesentera "Mi banco de escuela", en la voz de María Eugenia Rubio), pero esos casi siempre están desocupados porque sus ocupantes o se dieron de baja, o se fueron de pinta, o se enfermaron de gripa. Están también las instituciones monetarias que tanto anuncian en la tele (con todo y tartamudas), llamados así, bancos, a los que acudimos a depositar nuestro dinero (¿Cuál?), o a sacarlo (cuando hay), después de haber hecho una cola como de hora y media.

Tenemos también los famosos bancos de sangre, a los que acuden vampiros en franca decadencia, y personas deseosas de donar o de vender algo de su propia sangre a cambio de los billetes con los que habrán de adquirir el pavo esta Navidad, y algunos regalitos en el rarísimo caso de que llegaran a sobrar algunas monedas.

No obstante, mi copiloto y yo tenemos algo que decirles a todos los automovilistas que deben abandonar la ciudad en estos días por cuestiones de trabajo (sobre todo si la comida de fin de año, o si el brindis navideño fue en Toluca, o en Cuernavaca, o en Puebla, o en Querétaro): queremos ponerlos al tanto de los bancos más ingratos de todos (los que pensaron en el banco que dirige Guillermo Ortíz, se equivocaron): nos referimos a los bancos de niebla, responsables de uno de los círculos más peligrosos de todos.

El buen automovilista que se jacta de serlo debe saber que cuando llega diciembre, además de la Navidad, y de Santa Clós, y de los Jo-jo-jos, y de los renos... llega el frío... y que cuando llega el frío, llegan las inversiones térmicas... que cuando llegan las inversiones térmicas, llega...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR