Las mil plagas de la copra

AutorMarcela Turati

Paraíso, Tabasco.- Éver Oyosa Márquez tiene 88 años y la certeza de que la muerte se aproxima. Narra a Proceso su historia de sobreviviente a dos operaciones de corazón, su desgracia como productor de coco y las 10 mil acciones que compró para construir el emporio de la copra (la pulpa seca del coco), del que nunca ha visto ganancias.

Extiende un recibo amarillento fechado el 9 de diciembre de 1979 y firmado por su hermano Raúl, donde consta que vendió 7 mil 707 kilos de copra por un total de mil 541 pesos; por cada kilo le descontaron 30 centavos para construir una fábrica. “Este recibo –advierte la leyenda impresa– se canjeará por su equivalente en acciones de Oleaginosas del Sureste, SA”.

Con ese descuento –primero de 10 centavos por kilo, luego de 30, durante ocho años–, alrededor de 6 mil copreros de siete municipios levantaron una industria con centros de acopio, terrenos, fábricas, máquinas y camiones, para asegurarse una pensión en la vejez.

“Se ha muerto un resto de productores esperando recibir unos centavos de todo lo que invertimos. Unos muertos son mis hermanos Humberto, Mario y Bolívar, que no vieron nada”, dice. “Nuestra vida es un poquito medio trágica”.

Éver Oyosa se quedó sin tierra: Pemex se la echó a perder con la lluvia ácida. Sus ahorros en el banco se esfumaron con la devaluación lopezportillista. De sus acciones nunca ha visto ganancias. Pero sigue en la lucha. Por eso un domingo de cada mes va a una bodega en la carretera Paraíso-Puerto Ceiba, donde se encuentra con otros accionistas que durante 11 años han peleado por las utilidades que les corresponden del emporio de la copra. Proceso acudió a una de esas asambleas.

–El problema es que el líder de los copreros nos tiene subyugados, nos paga como quiere –dice Agustín Segura, de 71 años.

–¡A veces hasta fiado! –se escucha el grito desde el fondo de la bodega.

–No tenemos apoyo ni fertilizantes. Somos accionistas pero no gozamos ni un beneficio de la planta. Han muerto unos 20, 30 compañeros esperando que llegue… y nada –vuelve a reclamar don Agustín.

La furia está dirigida contra Pedro Rodríguez Reyes, un profesor que nunca se dedicó a la producción del coco, que cuando la empresa fue declarada en bancarrota se sumó al movimiento de accionistas que querían recuperarla y que en 1997 quedó como su director.

Desde entonces es llamado el Zar de la Copra. Escaló a diputado priista. En la asamblea lo acusan de andar en carros de lujo, ser protegido de los gobernadores y tener guaruras.

En un rosario de quejas dicen que han protestado en Villahermosa, solicitado reuniones con funcionarios, denunciado la corrupción en los noticieros, contratado abogados, solicitado ayuda con legisladores y políticos, y hasta enviado cartas a Los Pinos, pero nunca han sido escuchados.

–Nos quitaron hasta 30 centavos por kilo para hacer la fábrica, están riquísimos con puro carro de lujo y nosotros no tenemos ni bicicleta, tenemos que recorrer todas las dependencias y no nos escucha toda esa mafia –grita enojado Gustavo Colorado Chang, de 69 años, quien llegó a recoger hasta 95 mil kilos de coco en un año.

–A nosotros nos descontaban para todo, para comprar los camiones, para acarrear la copra, pagamos el teléfono y la gasolina, y ese señor nomás ha vivido de nosotros. Pero todavía los del gobierno federal le dan sus billetes –denuncia Lucía Suárez González, de Centla.

Muchos ancianos representan en la asamblea a otros que ya no pueden moverse. O incluso...

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