Cuando Mozart fue detective

AutorAriel Dorfman

Y ahí hubiera quedado esta sorprendente cadena de desencuentros de los dos músicos alemanes más grandes de su tiempo, de no haber sido por una conversación que tuve con mi cuñado Ryan.

Comentando yo mi obsesión con la destrabada conexión de los dos compositores, Ryan me preguntó si acaso sabía de una contingencia aún más estrafalaria. Ambos, dijo, fueron operados en distintas ocasiones por el mismo cirujano de los ojos, el británico John Taylor, y también ambos quedaron ciegos debido a tales intervenciones, siendo Bach el más perjudicado, ya que murió al poco tiempo a raíz de una fiebre causada por este charlatán.

Supe de inmediato que acababa de recibir el regalo de una historia que exigía ser explorada a fondo por medio de la ficción, sin estar seguro todavía si se trataría de un cuento o una novela o quizás una obra de teatro.

Empecé por leer todo lo que pude sobre el Chevalier Taylor (un título grandilocuente con que se autodesignó ese cirujano de los ojos), que había publicado, por cuenta propia, tres gruesos volúmenes semipica-rescos sobre sus andanzas por toda Europa, en las cortes más ilustres y los ducados menos conspicuos, dejando tras sí, según su propio testimonio, elogios de monarcas y clérigos y, según sus detractores (cuyas opiniones no constaban, por cierto, en aquellos tres volúmenes), una secuela de ruina y dolor. Entre sus adversarios, el más notorio fue el célebre doctor Samuel Johnson, que advirtió que "ese Taylor era una instancia de lo lejos que puede llevar la desvergonzura cuando está nutrida por la ignorancia", insulto que se esparció por todo Londres.

Se me ocurrió que, en tales circunstancias, correspondería al hijo del médico facineroso reivindicar la honra mancillada de su padre y pedir a Boswell, el biógrafo de Johnson, que rectificara una condena tan rigurosa, y me puse a garabatear unos párrafos iniciales en que este vástago acosa a Boswell durante años, aduciendo que las operaciones de Bach y Handel eran absolutamente necesarias para su salud.

Tal aproximación marginal al tema pronto me pareció insuficiente. Poner el énfasis en Boswell y Johnson, figuras secundarias en este drama, no permitía centrarme en lo que de veras importaba: el enigma de aquellas operaciones como un modo de adentrarme en el enigma mayor de la música de Bach y Handel y, si fuera posible, de la música misma como la más profunda y excelsa de las artes.

Aunque no tengo talento para tocar instrumento alguno (si bien me place pensar que no...

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