Una muchacha

AutorFabrizio Mejía Madrid

La historia es un poco humillante para el maestro. Ocurre durante la conquista que Alejandro Magno hace de la India. Ahí conoce a una muchacha de la que no se puede separar ni un minuto, descuidando el gobierno de su imperio, a las tropas griegas y egipcias que lo siguen en sus conquistas, y hasta su educación. Aristóteles, que es su tutor, le reclama que haya dejado todo por una mujer. Alejandro trata de distanciarse de ella pero no lo logra y acaba por confesarle que todo es porque Aristóteles se ha empeñado en definir su amor como irracional. Así que la muchacha toma la iniciativa. En un jardín que da a las ventanas de ambos, del conquistador y del filósofo, empieza a arreglarse el cabello con flores mientras canta. Aristóteles queda prendado en el instante y la toma por la túnica. Ella le pide, entonces, una prueba de amor: que lo deje montarlo como a un burro y que la lleve por todo el jardín. Aristóteles acepta. Y es así que su pupilo, Alejandro Magno, admira complacido cómo el maestro ha sido convertido por el deseo en una apacible cabalgadura. Entonces, va y le reclama:

-Tú, que me prohibiste verla, ¡estás hasta tal punto menguado, que no guardas ni una pizca de tu juicio y te comportas como una bestia!

-Dices la verdad -le responde Aristóteles-, pero también puedes aceptar que yo no estuve errado al temer que pudieras arder, si yo mismo, un anciano, no pude evitarlo.

La metáfora le sirve a quien la haya hecho poema para referir, al menos, dos asuntos: que no hay que reprender a otros por lo que uno mismo haría en sus mismos zapatos, y que "el amor vence todo", como cierra el poema citado. "El lay de Aristóteles", más tarde, se tomó como un juicio aristotélico sobre la supremacía del deseo sobre la inteligencia. O, mejor, cómo las dos cabalgan: el deseo de saber sobre el pensamiento. Pero, en el poema, el deseo es sexual. Así que, también, puede ser sobre el saber mismo que no puede estar sólo detrás de una ventana que da al jardín, sino que requiere que salgamos a que nos cabalgue. La contemplación no puede resistirse a la carne. La torre desde la que el emperador Alejandro y el filósofo Aristóteles ven a la muchacha bailando es la imposibilidad de la mente de separarse del mundo.

Juan José Arreola transfigura la historia en algo menos humillante para el maestro Aristóteles que, en su cuento, se resiste ante la muchacha que baila, cerrando las cortinas y tratando de escribir. Pero se le aparece en sueños: él, caminando en cuatro...

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