Mudez y violencia

AutorJavier Sicilia

Hay, por lo mismo, algo de profundamente mudo en México. A pesar de que hablamos y estamos comunicados, la mudez de la violencia se ha instalado entre nosotros y las palabras no logran detenerla. Es como si el lenguaje hubiera perdido su fuerza significante y habláramos con la boca cerrada. Parecería que las arterias de la cultura, como dice Georges Steiner, se hubiesen endurecido como las de la carne y que el complejo de los valores cristianos e indígenas que conformaron a México en los últimos cinco siglos, hubieran entrado en una espantosa decadencia. Nuestra historia reciente -asesinatos, fosas clandestinas, desplazamientos, destrucción del ambiente y de las formas políticas y humanas de relacionarnos, revueltas, represiones y protestas cada vez más beligerantes- sugiere que esos reflejos del lenguaje por los cuales una civilización preserva su mundo y modifica sus degradaciones ya no tuvieran la fuerza de hacerlo y hubiéramos retrocedido a una era salvaje, donde el lenguaje no adquiría aún su densidad significante.

Ciertamente, hablamos y hay lenguajes, como el de la poesía, que están vivos. Pero su fuerza se ha vuelto tan íntima y encerrada en guetos culturales que ya no es capaz de preservar y corregir la vida de un pueblo como lo hizo en otros tiempos. Lo que priva es la mudez de la violencia en un mundo lleno de palabras vacías. Así vamos de criminales que tienen un lenguaje cuya pobreza frisa la insensibilidad de la mudez con la que sellan sus crímenes, a políticos cuya inhumanidad ha degradado y embrutecido el lenguaje en esa misma dimensión. Al emplear las palabras para justificar la falsía política, distorsionar la historia y encubrir crímenes y bestialidades, las han vaciado de sus significaciones profundas, produciendo una grave anomia en la sociedad, una sensación de estar atrapados en la desesperación de la mudez.

Mi experiencia de los últimos cinco años no ha dejado de atestiguarlo. Lo que voy a narrar coincide con esa realidad, pero también con la posibilidad de un rescate del sentido y de la vida.

Haces unas semanas estuve, al lado de expertos forenses de varias instituciones y de víctimas de desapariciones, en la exhumación de 117 cuerpos y 12 restos de las fosas clandestinas de Tetelcingo, Cuautla. Esos cuerpos -algunos violentados horriblemente- habían sido enterrados por el gobierno de Graco Ramírez como basura, a la manera en que el crimen organizado lo hace. En los últimos 10 años el país se ha plagado de esas...

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