El mundo a la espera: continuidad o cambio

AutorOlga Pellicer

Llega a su fin el primer periodo presidencial de Donald Trump, una de las personalidades más polémicas, desconcertantes y atemorizantes que haya ocupado la presidencia de Estados Unidos. En materia de política exterior, el aspecto que mayormente interesa en este artículo, su presidencia se ha caracterizado por la fractura que ha provocado en las alianzas tradicionales de Estados Unidos; su desafecto por los organismos multilaterales; su forma agresiva e inesperada de abandonar compromisos asumidos por Washington; su violenta oposición a los migrantes; la menor o nula importancia asignada a valores en materia de derechos humanos y democracia; finalmente, aunque no de menor importancia, su enemistad hacia China, cuyos efectos van más allá del comercio entre los dos países para convertirse en uno de los problemas más inquietantes para el futuro de la seguridad internacional.

A las circunstancias anteriores, cabe añadir el peso de Trump para inclinar, de uno u otro lado, la manera de enfrentar el covid-19. Su comportamiento es un obstáculo a la mayor responsabilidad de gobiernos y ciudadanos ante las medidas a tomar para combatir la pandemia que recorre el mundo. Por lo contrario, alienta una visión que minimiza el problema y recomienda abandonar prácticas consideradas vitales para reducir sus daños; el uso del cubre bocas, que él se niega a usar, es el ejemplo más simple y más elocuente de las consecuencias negativas de su influencia.

La lista de reticencias y agravios por el comportamiento de Trump en la política internacional es muy larga. Ello no significa que el candidato del Partido Demócrata pueda remediar tales problemas. En primer lugar, está abierta la pregunta de hasta dónde hay decisiones tomadas por Trump que son reversibles; por ejemplo, los problemas creados en el Medio Oriente por su desconocimiento del acuerdo sobre la política nuclear de Irán, y los eventos que tal decisión ha desencadenado en ese país no podrán componerse fácilmente.

De acuerdo con documentos, declaraciones y entrevistas, Joe Biden no trae consigo de manera automática el remedio a los males que Trump ha causado. Representa formas mucho menos agresivas y más razonables para dialogar, pero la tentación imperial sigue presente cuando afirma que "Estados Unidos debe volver a tomar el liderazgo", sin tomar en consideración los cambios que han tenido lugar en la situación internacional, los cuales ponen en duda la hegemonía de un solo país en el futuro. La...

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