Murat y la justicia

AutorSabina Berman

Cuando uno va a Oaxaca y luego va a Nueva York, podría uno hacerse con candor la siguiente pregunta: ¿La diferencia entre la ciudad de Oaxaca, hermosa pero sin rascacielos, hermosa pero con rincones repletos de indigentes, hermosa pero con una injusticia social rampante, y la ciudad de Nueva York, repleta de rascacielos, con un mínimo de indigentes, con una economía y una vida cultural boyantes, no será el señor Murat?

La respuesta es: depende de si hablamos en lenguaje simbólico o en lenguaje factual.

En lenguaje simbólico, sí, es indudable, la diferencia entre Nueva York y Oaxaca es el señor Murat. Para ser más precisa: los señores Murat: los sucesivos gobernadores de Oaxaca que han robado de lo público para su provecho. Todavía más: los 32 gobernadores de las 32 entidades de México que a lo largo de 85 años de priis-mo han vaciado las arcas públicas.

Digamos en cifras redondeadas, los 340 señores Murat de nuestra historia reciente, más sus hijos, sus yernos, sus cuates, los cuates de sus cuates, con la suma de sus ministros y sus parentelas y sus cuates. Digamos, de nuevo en cifras redondeadas, los 350 mil señores Murat de nuestra larga historia de corrupción.

La corrupción le ha costado a México, le sigue costando, billones de billones de dólares. Durante casi un siglo una casta política ha desfondado nuestro erario y ha llevado su dinero a Nueva York y a Houston y a Luxemburgo y a París y a Berna.

Ha financiado con generosidad de provincianos los grandes edificios allende nuestras fronteras, ha impulsado la vida comercial de esas ciudades, ha consumido, con entusiasmo de conejos lampa-reados, la cultura ajena, ha repletado sus bancos con recursos inexplicables.

Y sin embargo, lo más costoso de la corrupción para el país, no es la extracción directa de las arcas públicas: más costoso ha sido, es en este mismo momento, cómo la corrupción ha impedido en México los gobiernos propositivos, generosamente dirigidos al crecimiento del país, solidariamente comprometidos con la educación de los mexicanos y con la creación de nuevas empresas y nuevos empleos.

La corrupción ha impedido que cientos de miles de rascacielos se alcen acá. Ha impedido que decenas de bancos nuestros prosperen y se expandan inter-nacionalmente. Ha impedido que sean mucho más de 10 las empresas mexicanas internacionales. Ha impedido el desarrollo de una ciencia y una cultura nativa de calibre.

Nueva York le debe a Oaxaca muchos rascacielos. Luxemburgo le debe a Monterrey...

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