El museo del prado a 200 años de su creación. El arma y el arte (Primera de dos partes)

AutorJorge Sánchez Cordero

El 26 de abril de 1937 la Legión Cóndor, compuesta por bombarderos nazis, masacró a la inerme población civil de Guernica, en el País Vasco. El ataque es uno de los eventos más dramáticos que estigmatizan la historia universal del siglo XX.

Pablo Picasso (1881-1973) no dudó en afirmar que la Guerra Civil en España era librada por los reaccionarios contra el pueblo y la libertad; más aún, expresó su horror y desprecio hacia la casta militar que había sumergido a su país en un océano de dolor y muerte. Su indignación la plasmó en su obra artística, y como resultado de ello nació Guernica, pintura mural que fue exhibida por primera vez en el pabellón español de la Exposición Internacional en París de 1937.

Desde el inicio del conflicto armado el gobierno de la República creó la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico (JIPA), cuyo propósito era confiscar o conservar en nombre del Estado "todas las obras, muebles o inmuebles de valor artístico, histórico o bibliográfico que en razón de las anormales circunstancias" del momento ofrecieran, "a su juicio, peligro de ruina, pérdida o deterioro".

Después de la ciudad de Guernica, Madrid se vislumbraba como uno de los objetivos bélicos naturales de la Legión Cóndor y rápidamente se convirtió en el escenario de cruentas batallas. La República española vivía momentos de gran zozobra y se encontraba en plena retirada, primero hacia Valencia y después a Barcelona.

El acervo del Museo Nacional del Prado atravesaba por serias contingencias. Al inicio de la guerra el gobierno republicano había confiado la salvaguarda de sus acervos artísticos a María Teresa León, esposa del poeta Rafael Alberti (1902-1999). Pero quien resultó fundamental para el traslado fue el pintor Timoteo Pérez Rubio (1896-1977), presidente de la Junta Central del Tesoro Artístico de la República, sucesora en los hechos de la JIPA, en coordinación con las Juntas Delegadas. Pérez Rubio acompañó esos bienes culturales españoles en su travesía (Arturo Colorado Castellary).

Las obras fueron resguardadas inicialmente en las Torres de Serranos (Puerta de Serranos) y en la Iglesia del Patriarca en Valencia. En este éxodo, las pinturas del Museo del Prado fueron acompañadas por obras provenientes del Museo de Arte Moderno, de El Escorial, del Palacio Nacional y de la Academia de San Fernando.

El trayecto no estuvo exento de vicisitudes, como lo fue el percance provocado por el desplome de un balcón sobre la furgoneta en donde...

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