Museo Tamayo: Cuando la IP entró a Chapultepec

AutorNiza Rivera

"No hay ningún interés detrás, ni político ni de imagen ni para mediatizar la crítica ni para nada..", apuntó el pintor oaxaqueño Rufino Tamayo en mayo de 1981 (Proceso 237), días previos a la apertura, al defender la participación de las empresas Televisa y Grupo Alfa de Monterrey, que lograron edificar su sueño.

El recinto, proyectado desde 1979 por los arquitectos Teodoro González de León (1926-2016) y Abraham Zabludovsky (1924-2003), se realizó después de tres negativas de presidentes de la República, según le confiara a este semanario:

Gustavo Díaz Ordaz, quien confundió turismo con cultura; Luis Echeverría Álvarez, quien entusiasmó al artista pero al final le salió "con que siempre no"; y José López Portillo, quien fue claro con un "no hay dinero", aunque sí concesionó un terreno en el Campo Azteca de golf de Chapultepec, privilegiado con la ubicación y vecino de los museos de Antropología y de Arte Moderno.

La idea, sin embargo, pintaba color de rosa: Tamayo donaría cerca de 300 obras de su colección particular (100 suyas y 200 de otros artistas), que logró comprar a lo largo de una década, y que se montarían en el edificio de 4 mil m2, dividido en seis salas: cuatro para ese acervo, una para exposiciones temporales y una específica para la propia producción del pintor oaxaqueño, entre ellas la serie emblemática de las Sandías.

Toledo, Felguérez, Carrillo, Peláez, Rojo -dijo a Proceso-. Hasta un Cuevas va a haber... Se han portado tan generosamente que hasta me dijeron que si yo quería, ellos le darían el museo al gobierno.

-¿Y por qué no lo aceptó? -se le interrogó.

-Porque resultaría muy costoso para el gobierno administrar el museo. De nómina mensual sólo será 1 millón de pesos. Y el gobierno, como me lo dijo el presidente (Echeverría Álvarez), no tiene dinero.

En un principio se dijo que la concesión a la IP sería por 100 años, más una cláusula estableciendo que de no tener el uso merecido, la nación podía quedarse con todo... y finalmente así sucedió.

Y es que año y medio después de la apertura, Lospicassos de Picasso en México, una magna muestra ampliamente publi-citada por Televisa -a la cual el público, para entrar, hacía largas filas en torno al museo-, centró su atención en el pintor español, y la obra de Tamayo fue minimizada.

"Alharaquienta (y por lo mismo distorsionante) publicidad", afirmó la crítica de arte Raquel Tibol (1923-2015) en su columna de arte en este semanario (Proceso 316), y denunció que el Grupo Alfa...

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