La música en las epidemias (II)

AutorSamuel Máynez Champion

Para arrancar esta segunda parte -recordará el memorioso lector que en la anterior hicimos un recorrido que se acercó a las epidemias en tiempos de la Grecia clásica, de la Roma imperial, de Bizancio y que entró a la Edad Media-, tenemos que trasladarnos al Reino Unido en los albores del siglo XIV. Es el momento en que John Cooke compone un himno a la Virgen María, en medio de otra tremenda peste. El himno se intitula Stella celi, estrella celeste, y es otra obra pionera que funciona como plegaria a los poderes celestiales rogando que el flagelo divino no vuelva a presentarse. En el texto encontramos la mención explícita a las "úlceras de esa muerte terrible" y, también, la invocación para que la virgen se comprometa desterrando definitivamente las plagas. Asimismo, podemos afirmar que este himno es la primera respuesta directa hacia una epidemia, dentro de un contexto netamente místico. Si usamos la imaginación para recrear el momento, veamos de manera paralela una procesión de fanáticos azotándose a la vista de todos, con la intención de expiar sus pecados. Para esas violentas manifestaciones de masoquismo la música también aportó su pulso rítmico para que los azotes autoinfligidos duraran horas, manando sangre cuales ríos púrpuras que debían horrorizar a los impenitentes...(1)

Sigamos avanzando con las ruedas calendá-ricas para dejar atrás Medioevo y Renacimiento. Mas recordemos que en el transcurso de esos siglos se siguió creyendo en las enseñanzas de la antigua Grecia en el sentido de la conexión intrínseca del cuerpo y la mente y en la certeza, aún empírica, sobre el efecto que tenía un ánimo optimista para el tratamiento de la enfermedad. De igual forma, tengamos presente que también los médicos del Renacimiento les prescribían a sus pacientes que bromearan y se rieran con sus amigos y, especialmente, que hicieran música, ya que entonces fluiría una energía favorable hacia sus "humores" corporales, esas sustancias etéreas con las que se pensaba que se conformaban los bloques de nuestra constitución física. Ya desde entonces, se insistía en que la música no fuera sólo celebratoria y festiva, sino terapéutica. Igualmente podemos notar que, como parte de la búsqueda de ese esquivo equilibrio, después de las epidemias y los desastres naturales, se producen estallidos poblacionales, como si la naturaleza buscara compensar con más nacimientos las defunciones acaecidas. Repetimos que es imposible negar que la muerte estimula la sexualidad...

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