Música para el erotismo (I)

AutorSamuel Máynez Champion

Pese a que la cita sea muy manida, es idónea como apertura e ideal para proponer una placentera disquisición sobre el tema: "Si la música es el alimento del amor, tóquenla entonces; denme de ella en exceso...",(1) la cual fue escrita por Shakespeare en su pieza teatral La duodécima noche. Así, con la sabiduría a cuestas del misterioso dramaturgo británico -y quizá también con su experiencia-, podemos lanzarnos a la deleitable y esencial faena de darle sentido a la disquisición apenas aludida, no obstante, dilucidemos de inmediato la diferencia entre sexo y erotismo y digamos, sin tapujos, que la pretensión que ahora nos anima es la de sugerir la escucha de algunas músicas con la respetuosa idea de mejorar, embellecer, reinventar, nutrir, sanar, ennoblecer, renovar o prolongar sus relaciones íntimas, caro lector (escoja usted, si gusta, el verbo que más le acomode).

Con respecto a la diferencia entre sexo y erotismo asentemos que el primero es el instinto básico -ligado inextricablemente con las urgencias hormonales- que se vive con el cuerpo y, sobretodo, con la inflamación genital; en cambio, el segundo se construye con la imaginación y la creatividad para degustarlo con los cinco sentidos y para, a veces, de manera inconsciente aunque inevitable, involucrar al cuerpo sutil -el alma, la mente o el espíritu si se prefiere- de la persona. Dicho esto, abundemos. El erotismo, por tanto, es el constructo cerebral que surge para que las relaciones sexuales se vuelvan más plenas e imaginativas e, idealmente, para que la imperiosa necesidad glandular no sea la única que lleve la delantera en las decisiones amatorias.

En cuanto a la pretensión de proponer piezas del arte sonoro para ligarlas con la intimidad, hemos de anotar que el binomio ya expuesto por Shakespeare se ha manifestado siempre, con su cualidad transformadora conjunta, en todas las culturas y en todas las épocas. ¿Quién puede concebir, por ejemplo, un cortejo donde no abunden canciones, poemas y bailes compartidos? Como apuntó Eugène Delacroix, "La música es la voluptuosidad de la imaginación", que es lo que nos conecta con el erotismo, por no hablar del poder intrínseco que tiene el sonido bien ordenado y bien planificado. Recordemos que la música, como nos gusta concebirla, es el medio perfecto para amalgamar lo corporal con lo espiritual; no en balde puede regalarnos y fomentarnos, como captó Yehudi Menuhin, "un éxtasis libre de culpa, una fe sin dogmas, un amor como homenaje y...

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