La nación "necesita saber si sus votos fueron bien contados"

Señor director:

En un texto como éste, tan limitado en su extensión, es imposible realizar un recuento de todas las irregularidades y anomalías que han hecho de la elección de julio de 2006 una de las más cuestionadas de que se tenga memoria en nuestro país.

La coyuntura después de la toma de poder por parte de Felipe Calderón era particularmente delicada: sortearla requería de habilidad y experiencia. Sin embargo, hay que mencionar que antes de ocupar de facto la Presidencia, Calderón no tenía ninguna experiencia como gobernante. No sorprende entonces que poco después del 2 de julio, haciendo alusión a un triunfo aún no confirmado, declarara que él ya era presidente "haiga sido como haiga sido". Y remató tiempo después con otra declaración atroz: aseguraba que llegaría a la Presidencia "pésele a quien le pese y duélale a quien le duela".

Hacemos memoria de todo esto porque, al parecer, un fantasma recorre el sexenio: el fantasma del autoritarismo representado por un gobernante sin experiencia, sin vocación ni autocontrol. En efecto, la injusticia ha ido más allá de su forma primitiva como trapacería taimada para desembocar en la burla abierta, en el crimen decorado con un chiste, en la risa sorda de los medios que ningu-nean a la víctima porque no se presenta bien peinada ante las cámaras.

Cuando los jueces dieron su dictamen sobre las elecciones, reconocieron que estuvieron infestadas de irregularidades, pero afirmaron que eran válidas porque no había manera de demostrar que esas irregularidades hubieran sido determinantes para alterar el resultado... Y uno se pregunta: si ellos mismos reconocían un importante nivel de incertidumbre en un entorno ávido de certidumbre, ¿cómo se atrevieron a validar toda esa porquería?

La reglamentación electoral establece que, en un proceso que se ha desarrollado dentro de los cauces legales, las boletas deben destruirse después de cierto tiempo. En este caso, sin embargo, hubo algunas solicitudes para que se permitieran revisiones o conteos independientes y se retrasara la destrucción de las boletas. Las solicitudes tuvieron una respuesta negativa, por supuesto. Para abreviar, recientemente nos enteramos de que la última solicitud, presentada por un particular, fue rechazada por los jueces porque... ¡le faltaba una firma!

Lo que está en cuestión no es el triunfo escamoteado a tal o cual candidato o partido: el gran riesgo es que estemos presenciando la etapa agónica de una democracia. Y por el bien de...

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