El narcopacto del que nació La Unión Tepito

AutorSandra Romandía, David Fuentes y Antonio Nieto

La tarde del 18 de mayo de 2010, Andrés Velasco, comandante de la Policía Judicial del Distrito Federal, recibió una alerta en su radio Nextel. Uno de sus elementos en el Operativo Tepito le avisó que algo inusual estaba sucediendo: unos 100 hombres con gorras negras bajaban de varios autobuses carreteros y se distribuían por las calles del barrio.

Eran aproximadamente las 15:00 horas y la cantidad de individuos apostándose de forma ordenada en las esquinas de Tepito llamó la atención. Al comandante Velasco le notificó lo sucedido un compañero que estaba con los operadores de las cámaras de vigilancia de la delegación Venustiano Carranza. Le detalló que los sujetos parecían tener muy claro dónde pararse, separándose de manera ordenada en grupos de cuatro o cinco. El comandante, que llevaba más de 30 años de servicio, decidió acudir al lugar con algunos de sus agentes.

En Tepito las cosas extrañas se vuelven un paisaje común, apenas perceptible, tanto para sus habitantes como para los policías que han trabajado durante mucho tiempo en la zona. Pero esta vez la escena resultaba desconcertante no sólo por el número de hombres cuya insignia de identificación eran las gorras negras, sino porque al paso de los minutos no hicieron absolutamente nada más que estar de pie, sin platicar entre ellos, como si esperaran algo. Tampoco parecían demasiado atentos, a decir del comandante Velasco. No había señales de intranquilidad en su comportamiento. No portaban armas de fuego, al menos no a simple vista. Algunos traían cangureras o lentes de sol, nada más.

Cuando el comandante Velasco se dirigía al sitio en una patrulla de la procuraduría capitalina, el mismo agente que le dio aviso precisó que el grupo más numeroso de sospechosos se hallaba sobre la calle Ferrocarril de Cintura. Otros se colocaron en las calles Hortelanos, Panaderos, Mineros y Hojalateros, mientras los autobuses permanecían con los motores encendidos en el Eje 1 Norte, que marca el inicio del barrio desde Paseo de la Reforma, la avenida más simbólica de la Ciudad de México.

Velasco ordenó vigilar a distancia. Cada cinco minutos comunicaba novedades a sus superiores, incluyendo a Raúl Peralta Alvarado, quien tenía unos días de haber sido nombrado jefe general de la corporación por Miguel Ángel Mancera, entonces procurador de la ciudad. Velasco también reportaba a Carmen Núñez Vélez, titular del Estado Mayor Policial, el área de Inteligencia de la procuraduría. La instrucción era permanecer en "clave 6", es decir, pendientes. Sin embargo, las horas se fueron consumiendo sin que nada sucediera. Los hombres simplemente seguían ahí, indiferentes a las patrullas de la Secretaría de Seguridad Pública local que iban y venían, al paso constante de vecinos, comerciantes y taxistas. Las cámaras de la delegación los enfocaban, hacían acercamientos para detectar si portaban armas, se dirigían de un grupo a otro sin que sus operadores descubrieran algo ilegal. La incertidumbre comenzó a inquietar a los jefes de Velasco.

Después de que el jefe de gobierno Marcelo Ebrard colgó el teléfono tras hablar con su procurador, el nerviosismo se contagió a través de la cadena de mando. Pero el comandante Ve-lasco llevaba tantos años en la policía que solía decir que la única persona que lo podía perturbar era su mujer. Había estado suficiente tiempo en Tepito como para tener...

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