"El narcotráfico no paga"

AutorRafael Croda

BOGOTÁ.- Cuando Juan José Herrera se despidió de su padre, Ismael Alejandro Arciniegas, en el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, de Cali, el 19 de julio de 2010, sintió, en el abrazo del adiós, los envoltorios de cocaína que el viajero llevaba adheridos al cuerpo. En ese instante supo que nunca volvería a verlo.

"Yo sabía lo que llevaba, pero cuando lo abracé tuve un presentimiento de miedo, de negativismo", dice Juan José a Proceso.

Ismael Alejandro, de 67 años, le dio unas palmadas a su hijo, lloró y guardó silencio. No necesitó decirle nada al despedirse.

Juan José aún recuerda que antes de cruzar la puerta para embarcarse en un vuelo con destino a Beijing, China, su progenitor volteó a verlo con sus ojos azules humedecidos por las lágrimas.

"Adiós, viejo", musitó el joven, quien en ese entonces tenía 28 años, y lo saludó con la mano en alto.

Al pasar varios días sin tener noticias de él, Juan José se convenció de que todo había salido mal y de que su padre, quien llevaba 3.9 kilogramos de cocaína en unos tirantes que le sostenían el pantalón y en envoltorios delgados fijados con cinta al cuerpo, había sido detenido.

Pero nadie se lo podía confirmar. Los días en espera de noticias se transformaron en semanas y en meses. Durante todo ese tiempo, insistió ante la cancillería colombiana y ante el consulado de China en Bogotá para que le ayudaran a localizar a Ismael Alejandro. Llamaba por teléfono, escribía correos electrónicos, y nadie le daba razón de él.

No fue sino hasta mediados de 2011, casi un año después de que se despidieron en el aeropuerto de Cali, cuando un funcionario del consulado de Colombia en Cantón lo llamó para informarle que su padre estaba preso en esa ciudad, la tercera más grande de China, acusado de tráfico de drogas a gran escala.

Le dijo que Ismael Alejandro había sido detenido el 21 de julio de 2010, dos días después de su partida, en el aeropuerto de Beijing con casi cuatro kilogramos de cocaína. "Ese es un delito gravísimo en este país. Y por esa cantidad de droga lo pueden sentenciar a la pena de muerte", le advirtió.

Tras su captura en la capital china, el sexagenario colombiano había sido trasladado a la cárcel de Cantón y su caso estaba en manos del Tribunal Superior de esa metrópoli industrial.

Juan José, quien hace tatuajes en un negocio de su propiedad en la surocciden-tal ciudad de Cali, se abocó a gestionar ante el consulado de Colombia en Cantón que le permitieran comunicarse con su padre. Le preocupaba que la enfermedad respiratoria que padecía se hubiera recrudecido en la cárcel.

"Tuve noticias directas de él hasta un año y medio después de su detención. Me mandó una carta a través del consulado, porque ni una llamada le permitieron hacer. Fue muy triste saber algunas cosas de las condiciones en que vivía en esa cárcel. No me enteré de todo, porque en la prisión censuraban la correspondencia y omitían cosas, pero sí me dijo que lo más seguro es que lo...

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