Negociación de paz bajo fuego cruzado

AutorRafael Croda

BOGOTÁ.- Este martes 9, representantes del gobierno y de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se reunirán en Quito para iniciar una nueva fase del diálogo que mantienen desde hace 11 meses; en esta ocasión lo harán en un contexto muy adverso, en el que muchos factores conspiran contra el objetivo de lograr la paz.

Para empezar, el ELN -la última guerrilla relevante de América Latina- no parece dispuesto a prorrogar el cese bilateral del fuego y de hostilidades que acordó con el gobierno el 1 de octubre pasado y que vencerá en el primer minuto del próximo miércoles 10.

Esto quiere decir que el diálogo en Quito podría transcurrir en medio de la guerra. Y esa circunstancia será muy difícil de aceptar para la mayoría de los colombianos, quienes ya son escépticos frente a la voluntad de esa guerrilla de lograr un acuerdo de paz.

El exintegrante de la delegación de negociadores del gobierno con el ELN, general Eduardo Herrera Verbel, considera que el mejor escenario es que se prorrogue el cese bilateral del fuego, ya que su terminación "sería un retroceso muy importante" en el proceso de paz con esa guerrilla.

"Esto dificultaría mucho el desarrollo de la agenda y no contribuiría en nada a mejorar el ambiente frente a las elecciones legislativas y presidenciales que tenemos este año" en marzo y en mayo, respectivamente, dice a Proceso el militar retirado.

Una encuesta realizada por la firma Invamer en diciembre pasado reveló que 65% de los colombianos cree que las conversaciones con el ELN van por mal camino y sólo la quinta parte considera que van bien. Además, 84% tiene una opinión desfavorable de ese grupo insurgente.

Sin el acuerdo de cese el fuego que rigió desde el 1 de octubre, el cual había logrado que terminaran por completo las voladuras de oleoductos y los enfrenta-mientos entre el ELN y las fuerzas militares, sería mucho más difícil crear en Colombia un clima más propicio para los diálogos de paz.

En especial, cuando ya arrancaron las campañas para las elecciones legislativas y presidenciales, en las cuales los candidatos de derecha privilegian dos asuntos que, según sus cálculos, les darán votos: la mano dura contra los grupos armados y el rechazo a los acuerdos de paz con la exguerrilla de las FARC.

A pesar de que las FARC dejaron las armas en agosto pasado y se convirtieron en un partido político legal en septiembre, una poderosa coalición de derecha en el Congreso se ha encargado de bloquear parte de los acuerdos y de poner en entredicho la participación política de sus líderes, así como el pacto de justicia que les permitirá pagar delitos graves con penas...

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