Neoliberalismo en crisis

AutorJohn M. Ackerman

Pero el proceso destituyente actual será mucho más fértil que el de hace 30 años.

La caída del Muro de Berlín en 1989 significó el fin de una utopía profundamente humanista. Implicó el supuesto "fracaso" de un modelo de transformación social basado en la igualdad y el poder popular. Y la "sociedad civil" que derrocó al autoritarismo y cerrazón del viejo régimen soviético se lanzó inmediatamente a los brazos de un sistema neoliberal aún más elitista y excluyente.

Así que desde el principio, aquella victoria ciudadana tenía un sabor profundamente amargo, antiutópico y derrotista. Fue el perfecto caldo de cultivo para que teóricos como Francis Fukuyama celebraran un supuesto "fin de la historia", en el que las ideologías y las luchas sociales ya no existirían y la humanidad se entregaría al ultraprag-matismo tecnocrático del neoliberalismo realmente existente.

Pero el proceso actual de levantamiento popular contra el neoliberalismo en América Latina tiene una valencia opuesta. Mientras la caída del Muro de Berlín dio pie a un proceso destructivo de despolitización ciudadana y vaciamiento institucional, la actual lucha contra el Muro de Trump -y sus alfiles en América Latina como Sebastián Piñera, Mauricio Macri, Lenín Moreno y Jair Bolsonaro-abre el horizonte para la construcción de nuevos senderos hacia la justicia y la paz.

Retomando el análisis de Sergio Zer-meño, podemos decir que la nueva sociedad movilizada cuenta con una "densidad" mucho más profunda y compleja que la "sociedad civil" de antaño. Los nuevos activistas no buscan simplemente cambiar de rieles, y mucho menos retornar al pasado, sino abrazar el futuro.

La reacción del secretario general de la OEA, Luis Almagro, a las movilizaciones de Chile y Ecuador constituye un elocuente botón de muestra de cómo los (neo)liberales simplemente no entienden que no entienden lo que realmente está pasando en la región, y el mundo.

En un comunicado emitido el pasado 16 de octubre (véase: https://bit. ly/2WbIlbg), Almagro recurre de manera burda al discurso trasnochado de la Guerra Fría al señalar que "las actuales corrientes de desestabilización de los sistemas políticos del continente tienen su origen en la estrategia de las dictaduras bolivariana y cubana, que buscan nuevamente reposicionarse". Específicamente, el jefe de la OEA afirma que "la crisis en Ecuador es una expresión de las distorsiones que las dictaduras venezolana y cubana han instalado en los sistemas políticos del continente"...

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