Una niña bien...mala / Noche Sado

Como muchos de ustedes ya saben, el rol de dominatrix siempre me ha encantado. Más que las botas largas y los accesorios de cuero que adornan a esta figura sádica, poder dominar y tener a mis pies a mi compañero de juegos es muy excitante, pero nunca me había tocado estar del otro lado y cambiar mi papel por el de una sumisa masoquista.

Aunque al principio fue completamente discordante con mi naturaleza fuerte, tengo que reconocer que pocas veces he estado tan emocionada.

Por supuesto, para que este adrenalinoso juego resultara efectivo fue indispensable un elemento que le dio el giro a las sensaciones que ese día experimentaría. De lo que hablo es esa persona que sabe exactamente qué quiere y cómo lograrlo, así que, luego de haber pasado una semana completita con mi expert* en el tema, al fin me convencí de que quería experimentar la sumisión total en un calabozo real con todos los juguetes necesarios para la acción.

Aquella noche el calabozo estaba abierto para todos los invitados y mi corazón se desbocó desde el momento en que vi aquel cuarto de torturas lleno de fisgones que morían por presenciar cómo alguien más me latigueaba sin compasión.

La obscuridad de esa pequeña cueva me invadió y comencé a temblar sin poder parar con la sola idea en mi cabeza de que pronto estaría a la merced de est* amig* que apenas conocía y que practicaría en mí todas las artes que l* volvían absolutamente loc*.

Lentamente fui entrando y mis ojos se abrían cada vez más mientras látigos, cruces de madera, amarres, uñas de metal y demás artefactos iban apareciendo a mi alrededor, pero la ternura con la que fui recibida por mi futur* torturador logró darme toda la seguridad que me hacía falta y que mi cuerpo pedía a gritos desde hacía ya varios minutos.

Un beso tierno sirvió de preámbulo y un cachondeo intenso calentó mi sangre. Quedé hirviendo y a su entera disposición frente a aquella enorme X de madera que me esperaba para tener mis extremidades amarradas de cada extremo frente a ella.

Con una actitud sobreprotectora me fueron despojando de mi ropa.

Mi desnudez provocó en todos los asistentes una sensación de vulnerabilidad que nunca olvidaré pues los susurros de todos incrementaban mi nerviosismo cada segundo.

-Recuerda, tú eres mi esclava y cuando te dirijas a mí tienes que llamarme "Amo".

-Sí Amo, comprendo...

Ya no había vuelta atrás, el juego estaba comenzando y todos los ahí involucrados únicamente contábamos con una frágil palabra de seguridad que, al...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR