Una niña bien... mala / Un rapidín en Los Cabos

¡No hay nada como tener sexo en el mar abierto! Y sobre todo cuando hay un par de testigos a unos cuantos metros a la redonda.

Afortunadamente, aún los cruceros de parejas llevan a algunos hombres solos como parte de su tripulación y así fue que conocí a este músico colombiano que me traía loquita desde el primer día que golpeteó sus tambores al ritmo de salsa en esa escalera de caracol que daba justo al lobby del barco que nos trasladaba a Los Cabos como siguiente destino y al que, luego de un par de días de estarle haciendo ojitos, al fin se animó a acercarse para preguntarme si iba sola o formaba parte del equipo de animación y, luego de explicarle mi situación ahí, nos animamos a salir a explorar la playa de Cabo.

Todos los pasajeros bajaron y nosotros buscábamos un lugar apartado de todo en el cual pudiéramos tomar sol desinhibidamente y lejos de todo y, mientras platicábamos entre nosotros para decidir qué hacer, un lanchero metiche se acercó y nos dijo que lo que más nos recomendaba para tener privacidad era subirnos a su lancha de fondo de cristal y que él se encargaría de apartarnos de todo aquel bullicio que el crucero traía a su alrededor.

La verdad es que ninguno de los dos pudimos resistir el ofrecimiento, le tomamos la palabra y nos embarcamos hacia el famosísimo Arco rumbo a la Playa del Amor.

Aquel lanchero, muy quitado de la pena, únicamente nos pidió portar los chalecos salvavidas hasta estar fuera de la vista de la Marina, pero nos dijo que una vez más alejados, podíamos hacer lo que quisiéramos y que la ropa era opcional.

Y bueno, no tuvo que decírnoslo dos veces, en cuanto nos sentimos lo suficientemente lejos de la vista de las demás lanchitas, los dos comenzamos a quitarnos lo que llevábamos de más, hasta quedar tan solo en traje de baño y dejar la mayor parte de nuestros cuerpos al descubierto para al fin sentirnos a plenitud sin peligro de que nos corrieran por romper las reglas en nuestro ambiente de trabajo.

¡No sé que tiene la sangre de los colombianos que me calientan tanto! Este músico, con tan solo tomarme de la cintura y jalarme sin un solo indicio de duda hacia él para plantarme un beso logró hacer que mis tambores internos pidieran que los hiciera retumbar sin parar y, aquél, que sabe perfecto como mover los dedos para hacer vibrar a quien se proponga, comenzó un recorrido interminable desde mi entrepierna hasta lo más profundo de mi ser.

El barquito aquel se movía demasiado y el lanchero, muy acomedido...

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