Una niña bien... mala / Squirting

Gracias a todos por sus palabras de aliento y por su solidaridad durante la semana que acaba de pasar. Ustedes son mi gran familia y me ha sorprendido haber podido encontrar paz y confort de mis fieles lectores, que ya me conocen mejor que mis más cercanos amigos y, así como mi Kraken siempre dijo: ¡para arriba y adelante! A seguir en este curso por la vida y a disfrutar intensamente el mucho o poco tiempo que aún nos quede en este trance por el Universo.

Afortunadamente, mi sexto sentido y mi inagotable curiosidad por experimentar, me llevó a encontrar al mejor cómplice de vida que me pudo haber tocado. Juntos vivimos un sinfín de sensaciones y con mi Kraken aprendí que la sexualidad no tiene límites, con él descubrí que podía dejar fluir mi energía para que mi cuerpo pudiera llegar a hacer cosas por sí mismo hasta alcanzar explosiones orgásmicas inimaginables.

Como todos ya saben, el swinger ha sido un estilo de vida para nosotros. Una noche de luna llena, en la que la adrenalina sulfura en las venas, nos encontramos con una pareja que llamó nuestra atención desde el instante en que entró a aquella fiesta swinger en la que nos encontrábamos.

Un intercambio de miradas bastó para seducirnos y llevarnos a una habitación en la que se encontraban un par de parejas más, únicamente viendo a quienes se atrevían a tener un encuentro frente a tantos ojos curiosos.

Aún sin conectar, los cuatro comenzamos a acercarnos. Mi Kraken y yo nos besábamos como si el tiempo no pasara, como si tuviéramos toda la vida para continuar sintiéndonos vibrar y, justo cuando estaba ya totalmente absorta en aquel estado, sentí como una mano intrusa comenzaba a tocarme hasta sacarme del estado en el que me encontraba.

El contacto de aquel hombre hizo que mis ojos se abrieran y me pusiera alerta, pero al despertar de mi letargo me topé con una hermosa mujer que gustosa comenzaba a saborear la mejor parte de mi hombre. El celo me invadió, pero la boca de aquel otro que comenzaba a seducirme comenzó a bajar por mi cuello hasta erizarme la piel.

Me dejé llevar por la pasión de ese extraño que permitía que su mujer se esmerara en calentar a quien después le proporcionaría tantos minutos de placer.

De reojo yo veía aquel intercambio de caricias, mientras yo también disfrutaba el cuerpo cálido y fuerte de quien había logrado distraer mi atención.

Discretamente me fue acorralando hasta tenerme totalmente reclinada sobre una de las camas, tan solo alzó mi pequeño vestido y...

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