Una niña bien...mala / Yoga grupal ¡al desnudo!

Luego de un año de planearlo, el martes pasado facilité los tres primeros grupos de yoga al desnudo. Esta práctica consiste en realizar asanas o posiciones de yoga sin ninguna restricción física ni emocional, es por eso que al llegar se les proporciona a los asistentes una bata y unas sandalias que deben usar al entrar al salón de usos múltiples.

Sin embargo, al ser ésta la primera clase, permití que los practicantes que aún no se sentían cómodos con su desnudez entraran con su ropa puesta con la única condición de que terminarían la clase totalmente desnudos.

El primer grupo se conformó únicamente con mujeres y, aunque al principio el ambiente no se sentía completamente cómodo, poco a poco todas y cada una de ellas se fueron desprendiendo de sus prendas hasta quedar totalmente al natural.

El segundo grupo fue mixto y, sorprendentemente, mucho más atrevidos y alivianados que el de mujeres solas.

Hombres y mujeres se animaron a probar esta conexión energética entre mente y cuerpo sin dejar que nada ni nadie inhibiera sus asanas; ambos grupos disfrutaron la clase y la experiencia les ayudó a revitalizarse luego de aquel shot de adrenalina.

El tercer grupo fue una vivencia diferente. La clase para este grupo comienza a las 21:00 horas pues, al ser una clase de parejas, este horario les va perfecto a fin de poder coordinar agendas y compartir algo que no cualquier pareja puede asimilar, pues la sola idea de ver a nuestra contraparte desnuda entre un grupo de desconocidos no es accesible para la mayoría.

Debido a lo anterior, como era de esperarse, la mayoría de las parejas asistentes a esa muy particular clase eran swinger o tenían ya una cultura nudista arraigada y, a pesar de ser los que más acostumbrados están a este tipo de situaciones, este fue el único grupo que tuvo un contratiempo y derivó en algo diferente a lo esperado.

Con solo cinco parejas, la clase comenzó con el clásico Saludo al Sol y las posiciones fueron fluyendo, pero luego de varios ejercicios, dos parejas decidieron que era buena idea intercambiar a sus respectivos y continuaron practicando este peculiar tipo de yoga sin complicación.

A decir verdad, desde el instante en que me percaté de aquel intercambio furtivo, algo dentro de mí encendió mi alerta sexual y las feromonas rondaron el ambiente y es que, inevitablemente, una vez que algo así sucede, la meditación se pierde y aquello se transforma.

Únicamente una de las parejas ahí presentes, luego de consultarse el uno con...

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