La indignación que no cede

AutorMarcela Turati

XALAPA, VER.- Traspasaron las barreras del miedo. Salieron a la calle a pasear su rabia, su tristeza, su frustración, su indignación. Uno llevaba una flor; otros sólo la garganta desamarrada, cansados del silencio impuesto. Marchaban a prudente distancia, tomando nota de las consignas que gritaban sus colegas, sin perder la foto para ilustrar la nota. Y a pesar de que iban en su papel de reporteros, alguno no pudo ocultar que las lágrimas le escurrían por las mejillas; otro no dejó de tuitear consignas.

Fue el domingo 28 de abril cuando reporteros y fotógrafos, acompañados de ciudadanos, marcharon por las céntricas calles de esta ciudad y pasearon su indignación frente al Palacio de Gobierno, donde se dictan las órdenes de la censura.

Estaban ahí los periodistas que durante el último año se convirtieron en "la noticia": los que un día recibieron una advertencia con olor a muerte y corrieron hasta donde los alcanzó la noche únicamente con la llave de la casa en el bolsillo; los corresponsales que fueron "rescatados" por sus jefes, temerosos, desde el Distrito Federal, de que fueran los siguientes en la lista de ejecutables; los despedidos de sus redacciones por caer en el error de ser críticos con las autoridades, y que tuvieron que emigrar, empezar de nuevo en otras tierras; los que permanecieron trabajando en redacciones vestidas de luto, bloqueando mentalmente el miedo porque -como explica una periodista- si no, cómo puedes seguir reporteando.

También participaron los osados que desafiaron la prohibición de sus jefes de manifestarse; los amigos de los muertos y de los desaparecidos que tienen que llorar en silencio, porque en estas tierras traicioneras hasta llorarte convierte en sospechoso; los halcones infiltrados que, con descaro, fotografían a los indignados manifestantes, quizá para armarles su ficha e incluirlos en listas negras.

Llegaron de varias partes de Veracruz, la mayoría jalapeños, uno que otro del puerto. Eran unos 200. Poquitos, pensarán algunos; ellos dirán que son muchísimos, si la cantidad se mide en proporción al tamaño de la amenaza.

La ocasión fue el primer aniversario del asesinato de Regina Martínez Pérez, la corresponsal de la revista Proceso.

Valiente como pocas, Regina exhibía en sus notas a las mafias locales, los abusos de los poderosos. Comprometida siempre con las causas de los ciudadanos. Por esas mismas calles que solía recorrer, Regina se hizo presente desde la ausencia. Desde los postes de luz y las paredes tapizadas con carteles se veía su rostro al lado de la leyenda con que los organizadores invitaban a la marcha.

Su nombre en los bordados...

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