No creemos en lo que sabemos

AutorJavier Sicilia

Si algo sabemos de nuestra época es que la capacidad tecnológica que ha desarrollado la humanidad en su afán de dominar la vida en provecho suyo está a punto de destruirla. Después de Auschwitz e Hiroshima -que mostraron el alcance de los Estados para generar una industria de la muerte- se han agregado las amenazas del calentamiento global, el terrorismo internacional y el crimen organizado.

Sólo por hablar del cambio climático -en el que los expertos tienen datos más duros que sobre la emergencia de esos nuevos totalitarismos relacionados con el terrorismo y el crimen-, se nos ha dicho que de no tomarse medidas drásticas, el proceso del calentamiento global será irreversible en 30 anos. Las consecuencias las sabemos: pérdida de ciudades costeras; sequías; hambre; liberación, a causa del derretimiento del hielo polar, de plagas ya controladas; descenso de las capacidades cognitivas por el aumento del dióxido de carbono; desplazamiento de más de 50 millones de personas de zonas que se volverán inhabitables; e incremento de la violencia.

La exponente más visible y clara de esta tragedia es Greta Thunberg: "No quiero tu esperanza -dijo este año en la Asamblea del Foro Económico contra la ilusión que los jefes de las naciones hacen pasar como esperanza- ni quiero que la tengas. Quiero que entres en pánico, que sientas el miedo que siento todos los días y luego quiero que actúes como si tu casa estuviera en llamas". A sus 16 años esta muchacha esta diciendo lo que el filósofo Günther An-ders escribió en 1982 anunciando la tragedia de las sociedades tecnológicas que 37 años antes vio nacer con Auschwitz e Hiroshima: "La paciencia no debe contar para nosotros como virtud (...) Por el contrario, porque el desastre es tan monstruosamente grande (...) debemos promover la impaciencia como virtud; incluso como una de las virtudes más indispensables".

Pese a ese saber, pese a que la jovenci-ta Thunberg nos conmueve hasta volverla parte del shou; mediático, en el fondo no le creemos. Pensamos que las cosas que moralmente parecen imposibles no pueden existir, y digo moralmente porque el cambio climático es responsabilidad de nuestras invenciones tecnológicas y de los hábitos que nos crean. Para muestra de esa irresponsabilidad hay que mirar las cumbres donde los jefes de las naciones y los expertos se reúnen a buscar una solución a la catástrofe después de trasladarse en aparatos -aviones y automóviles- que en su producción de CO2 la generan.

En México...

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