(No) Disentir en silencio

AutorDenise Dresser

El ejercicio de la libertad de prensa en México en declive. En peligro. Amenazado. Cercado. Acorralado por la violencia contra la prensa y los defensores de derechos humanos. Cercenado por un contexto adverso a la crítica y el disenso. Restringido por un priismo que vuelve a sus viejas prácticas, a sus viejos métodos, a sus viejos recursos de hostigamiento e intimidación. Un país donde el principal perpetrador contra la prensa son las autoridades. Ya sea el gobernador o el presidente municipal o el senador o el diputado o las policías o el Coordinador de Comunicación Social del Grupo Parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados. Intimidando desde el poder aunque argumente que la violencia perpetrada proviene del crimen organizado. El Estado convertido en el peor enemigo de la prensa, en lugar de asegurar un entorno donde opere libremente.

Porque la impunidad persiste y es el elemento transversal de casos que conciernen a periodistas, columnistas, editores, y reporteros. Porque la impunidad genera miedo y arrincona e inhibe la responsabilidad de comunicar temas de interés público. Porque la ineficaz respuesta del Estado mexicano va de la mano con un incremento en las agresiones contra la prensa, como lo describe el último reporte de Artículo 19 titulado "Disentir en Silencio". Cartas intimidatorias. Diseminación de datos personales por las redes sociales. Amenazas de muerte. Secuestros. Asesinatos. Todo lo que cualquier periodista de provincia vive de manera cotidiana. Todo lo que el Estado simula proteger con una mano mientras ataca con la otra. La máscara de la pro-tección detrás de la cual se esconde la cara de la agresión.

La violencia contra la prensa aumentó en 2013. Hubo 330 agresiones contra periodistas, de las cuales cuatro fueron asesinatos en tanto que un reportero permanece desaparecido. En México se agrede a un periodista cada 26.5 horas. Y 50 por ciento de esas agresiones fueron llevadas a cabo por un servidor público. Policías lanzando piedras contra manifestantes, o priistas llevando a cabo campañas de desprestigio vía Twitter, o gobernadores bombardeando al periódico que los persigue. Criminalizando la protesta social. Acallando al periodismo de investigación. Generando caso tras caso de autocensura. Convirtiendo a México en uno de los países más peligrosos para ser periodista, para empujar los límites de la libertad de expresión, para alzar la voz, para exigir investigaciones creíbles, contundentes y públicas sobre...

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